Hay muchas cosas que se hacen en silencio. A veces solo vemos el resultado final, pero no conocemos lo que pasó detrás de escena. 

Y, sin embargo, esas cosas silenciosas tienen un valor enorme precisamente porque nadie las ve… excepto Dios. 

Un bebé sano y feliz quizás no muestra las noches sin dormir de unos padres agotados. Un esposo libre de una adicción tal vez no revela los años de oración de su esposa. Un chico que se gradúa con honores no deja ver las lágrimas y desvelos de sus madrugadas. 

Esos logros silenciosos son fruto de una entrega constante. 

Y tal vez la forma en que nosotros hemos dado también ha sido así: sin aplausos, sin público, a la manera de Dios. 

Jesús dijo en Mateo 6:3 “Que tú mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”  

Quizás nadie sepa cuánto nos costó dar ese perdón, esa ayuda o esa oración, pero Dios sí lo sabe, y en su tiempo, Él mismo será nuestra recompensa. 

Porque lo que se siembra en silencio, Dios lo riega con su gracia y lo hace florecer a su tiempo.