El miedo está en nuestra mente
Hace algunas noches nuestro sueño se vio interrumpido por los sollozos de nuestro pequeño André. Eran como las tres de la madrugada y una pesadilla lo había despertado. Pese a nuestro abrazo consolador, pasaron varios minutos para que pudiera aquietar su corazón.
Son perfectamente normales este tipo de sueños en los pequeños, el miedo es una respuesta de nuestro cuerpo que nos ayuda a sobrevivir, pero si esa respuesta se produce en momentos no necesarios, en entornos no peligrosos puede condicionar nuestra vida.
Esto es lo que sucede, a personas que sufren estrés postraumático o ataques de pánico. Por eso resulta importante encontrar la causa cerebral del miedo sin sentido.
Leí un artículo que daba cuenta de que un equipo de científicos de la Stony Brook University de EEUU descubrió un circuito neuronal responsable de reconocer y recordar amenazas, así como de activar el cerebro en respuesta a cualquier peligro.
También se experimentó con pequeños conejillos de indias que dicho circuito se puede “desconectar”, a través de la manipulación de una proteína que modula la capacidad de las células cerebrales para reorganizar sus conexiones. Con esta manipulación, los ratones sometidos al estudio perdieron sus miedos.
Los autores del estudio señalaron, por su parte, que el conocimiento del mecanismo cerebral por ellos descubierto podría impulsar el desarrollo de tratamientos eficaces para ciertos trastornos emocionales en humanos, como la ansiedad, las fobias o el estrés.
Pese a estos nuevos descubrimientos, la palabra de Dios ya nos advirtió de los peligros que entraña una dependencia humana para combatir los fantasmas del miedo.
“Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, fueron las últimas palabras de Jesús en la tierra, para que se grabara muy bien en nuestros corazones que él estaría siempre con nosotros.
El motivo para no temer, es la presencia constante de Jesús de Nazaret; que nunca nos abandona. Ni siquiera cuando dormimos.