¿Alguna vez has sentido que nadie entiende lo que estás viviendo? Dolor, cansancio o tristeza que llevas por dentro, pero que nadie parece notar.

Así se sintió Agar, una joven esclava egipcia. Le arrebataron su hogar, fue usada y finalmente huyó al desierto embarazada, sola y sin esperanza. Pero justo cuando creyó que nadie la veía, Dios la encontró.

La llamó por su nombre y le dio una promesa. Asombrada, Agar dijo: “Tú eres El Roi, el Dios que me ve.”

Ese mismo Dios que la vio en el desierto también te ve a ti.

Ve tus lágrimas, tus luchas silenciosas y las veces que sigues adelante aunque el corazón duela.

Y es justamente porque Dios es El Roi —el Dios que ve nuestra necesidad— que decidió venir a este mundo en forma de bebé.

Él vio nuestra soledad, nuestro pecado y nuestra urgencia de salvación.

Jesús es El Roi hecho carne: el Dios que no solo te mira desde el cielo, sino que desciende para encontrarte y salvarte.

En Belén vemos la muestra más clara de que Dios ve nuestra condición… y acude a nuestro auxilio.