11 03, 2019

Dejé de hacer dieta

2019-03-11T09:58:15-05:0011 marzo, 19|

¿Alguna vez has pensado en el final de tu vida, tal vez como una anciana en su acogedor dormitorio, rodeada de seres queridos? ¿Qué remordimientos crees tener? Cuando me imagino este escenario, ciertamente no me veo estar llena de arrepentimiento por todos los postres que comí con amigos y familiares. No concibo lamentar no haber vuelto a mi peso de antes de mis embarazos. No quiero ser tan superficial. Entonces, ¿por qué permitiría que las dietas y el enfoque excesivo en la apariencia sean una prioridad en mi vida en este momento?

En abril de 2018, dejé de hacer dieta por completo. Fue una decisión dramática para alguien que había pasado décadas probando diferentes dietas: baja en grasa, baja en carbohidratos, contando calorías, ayunando con jugos, comiendo Paleo, comiendo limpia, contando macros: lo que sea, probablemente lo intenté. Pero como mujer pensante, sentí una creciente incomodidad con la cultura de la dieta, cuestionando qué efecto estaba teniendo en mi vida y en el propósito como hija de Dios.

Intenté hablarlo con mis amigas. «¿Por qué crees que tantas de nuestras conversaciones se centran en la comida y la dieta?» «¿Qué dice un enfoque tan intenso en lo que parecemos sobre nuestras prioridades como cristianos?» «¿Cómo podríamos usar de manera más constructiva todo el tiempo que pasamos en la microgestión de nuestros alimentos?» ¿Cuál es el impacto de todas estas restricciones de alimentos en nuestra capacidad para practicar la hospitalidad con amigos durante los almuerzos o para construir una relación con nuestros niños sobre la merienda?»
Advertencia: estas preguntas no te hacen popular en las fiestas, porque se confrontan a la sabiduría social. Nuestra cultura suele vender la mentira de que debes parecer de cierta manera específica para ser aceptable, alcanzar la felicidad, encontrar un cónyuge, tener éxito, y ser digno. Pero Dios dice que ya he sido hecha maravillosamente (Salmo 139:14). De hecho, estoy hecha a la imagen de Dios (Génesis 1:27) y, al contemplar a Dios, reflejo cada vez más la gloria de Dios (2 Corintios 3:18). Pero ¿cuánto tiempo estaba pasando contemplando a Dios? ¿Estaba todo ese enfoque en la dieta desplazando mi enfoque en Dios?
Sospeché que contemplar dietas (¡en lugar de Dios!) era un ídolo masivo en la vida de muchas mujeres, incluida yo misma. Y luego leí esta cita de Naomi Wolf, sobre como nos enloquecemos por las dietas: “La dieta es el sedante político más potente en la historia de las mujeres: una población tranquilamente loca es una población dócil.” Mientras leía esas palabras de nuevo, a través de la cosmovisión de una mujer cristiana, me di cuenta de que la dieta también era un sedante espiritual, que distraía a generaciones de mujeres de su llamado dado por Dios para luchar contra la oscuridad, brillando el amor y la luz de Dios en el mundo.
Cuando llegue a la puerta de la muerte, quiero recordar una vida plena, al servicio de Dios y de la humanidad. Quiero recordar que mi cuerpo no era un adorno para admirar, sino un instrumento para ser usado como bendición. Quiero que el peso que perdí sea el peso de cualquier concepto inalcanzable de belleza que intentara robarme la vida abundante que Dios quiere que viva ahora.

Beth Saavedra
www.vinaquito,com

20 12, 2018

A ti, que llevas un milagro dentro.

2018-12-20T10:04:42-05:0020 diciembre, 18|

 

Seguramente has escuchado a alguien decirte: “El embarazo es el mejor estado de la mujer”. Entre las náuseas, los calambres y el sueño incontrolable, eso suena no tan real ¿verdad?

Es que crear vida no es sencillo.

Tu cuerpo está dedicando toda su fuerza en construir a este pequeño ser a partir de solo dos células y tu alma se está fundiendo con la suya. No es fácil llevar dentro dos corazones, pero es milagrosamente hermoso pensar que tu bebé te está escuchando el corazón desde adentro.

¿Sabes qué te deseo en tu embarazo?

Que cada mañana, cada tarde y cada noche, te des cinco minutos para acariciar tu pancita; que descubras cómo ha crecido en el día y que hagas muy consciente que estás creando un milagro.

Deseo que cada día te maravilles con esa idea y que se quede siempre en ti esa sensación del mágico privilegio que tienes como mujer.

Deseo que sin importar si es tu primer bebé, o el segundo, o el quinto, vivas intensamente este momento.

Es normal que a veces te sientas abrumada, que dé miedo pensar en qué pasará, si serás una buena mamá, si todo saldrá bien.

Es normal estar irritable, cansada y a veces querer reír y llorar al mismo tiempo. Todo es parte de una transformación total, no quieras que pase pronto; los nueve meses lo preparan a él para vivir fuera de ti y a ti te preparan para recibirlo.

Todo pasa y todo llega… y un día muy pronto ya lo vas a tener en brazos. Sé que piensas que no vas a extrañar tu pancita y que lo que quieres es ver su mirada, tocar sus manos y abrazarlo. Pero para eso tendrás toda una vida… no dejes de disfrutar cada segundo de este abrazo interno, de esas pataditas que solo tú sabes cómo se sienten.

Y piensa: dentro de ti, no necesitas nada más. Tu cuerpo es tan sabio que lo tiene todo para dárselo, Dios te creó así de perfecta.

Está por llegar tu mejor maestro tu aventura más difícil y la más hermosa que hayas vivido jamás.

Que sea con mil bendiciones. Tienes todo mi cariño, mi admiración y mi respeto por ser creadora de vida, portadora de un milagro y futura mamá del bebé más hermoso del mundo.

Dios y los que te amamos estaremos contigo.

Tomado y adaptado de: babycenter/web.

 

8 11, 2017

A ti, hermana de otra sangre

2019-09-09T00:15:44-05:008 noviembre, 17|

Los años siguen pasando y nosotras seguimos juntas, hemos pasado tantas cosas, tenemos tantos recuerdos, que ya puedo ver nuestra vejez, meciéndonos en las sillas mientras contamos nuestras locas anécdotas a las generaciones que tenemos sentados en el suelo riéndose de nuestra divertida juventud, también puedo ver cada una de las noches que pasamos en vela llorando porque nos rompieron el corazón.

Siempre que doy un vistazo a mi pasado, ahí estás, siempre tu rostro está dentro de mi vida, en las buenas, en las malas y en las peores, eres la guerrera que siempre está ahí para mí, y de sobra sabes que yo siempre estaré para ti.
Eres el hombro en el que lloro, la almohada en la que me desahogo, eres como mi hermana, con diferente ADN, la verdad es que los amigos son la familia que podemos elegir, y tú eres mi mejor amiga, mi familia opcional, tu casa es mi segundo hogar.

Me toca a mí decirte la verdad, por muy dura que esta sea. Lo cierto es que eres un espécimen raro, lejos de la perfección, eres tan imperfecta y maravillosa que la persona que está a tu lado, es afortunada! Sabes que estaré ahí cuando seas feliz y también cuando te rompan en mil pedacitos el corazón.
Te admiro, eres fuerte, eres bella, por dentro y por fuera, no sé cómo lo haces pero lo que quieres lo consigues, eres mi pata más fuerte en la mesa de la vida, sabes que hay muchas personas a mi alrededor pero de todas, tú eres mi favorita, y por mucho.

Quiero agradecerte por toda la paciencia que has tenido al ser mi amiga, me has dedicado tanto tiempo que temo no haber hecho lo mismo por ti, pero sabes que siempre estaré para ti, me da fuerza lo que siempre me dices: “tengo fe en ti”; contigo  a mi lado hasta equivocarme es divertido.

Quisiera tener el poder de obsequiarte el boleto que te lleve directo a tus sueños, pero sé que aún sin esos ellos llegarás.

Y ¿sabes?, quiero estar ahí cada que logres un objetivo, y ten por seguro que estaré cuando no lo logres.
Eres de esas personas que cuando las tengo a mi lado no tengo miedo de seguir en el difícil camino de vivir, venga lo que vega, llegue quien llegue, se vaya quien se vaya, somos de esas que siempre estarán la una con la otra, para echarse porras, ayudarse, y tomar las bromas como halagos.

El destino está escrito, eres mi familia, la hermana que elegí, y la familia siempre está unida…
Dios me regaló una aliada.
Bienvenida a mi vida para siempre, mejor amiga.

Tomado y adaptado de: Wapa/ Sociales.

25 05, 2017

¿Mejor amiga o peor enemiga?

2019-09-09T00:13:43-05:0025 mayo, 17|

“¿Quién lo diría?  ¡Un perro cazador y un zorro, jugando juntos!”, dice el búho antes de una tierna canción, mientras Todd y Toby disfrutaban de su amistad entre risas y jugueteos por el campo.  Al final, el zorro expresa: “Toby, eres mi mejor amigo”.  “Y tú el mío, Todd”, responde el sabueso.  “El zorro y el sabueso” es una de las películas que marcaron mi infancia, la historia de dos mejores amigos que terminan siendo enemigos.  Es imposible contener las lágrimas al final.  ¿Te ha pasado algo similar?  También me cuesta contener las lágrimas al pensar en todas las amistades que empezaron con risas e ilusión, pero terminaron en dolor y quebranto.

Muchas veces, como mujer, he sentido que es más fácil tener amistades con varones (lo cual no es muy sabio), porque es más fácil y hay menos drama.  Sin embargo, después de un tropiezo muy fuerte con un “mejor amigo”, me vi en una encrucijada donde las opciones eran la soledad o el buscar profundizar la relación con mis amigas mujeres.  Opté por lo segundo, con mucho miedo, puesto que en ese instante acababa de pelear “para siempre” con dos de mis mejores amigas.  Oré y el Señor puso delante de mí un libro escrito por Sarah Zacharias Davis (hija de Ravi Zacharias), llamado “The Friends We Keep: A Woman’s Quest for the Soul of Friendship” (Las amigas que conservamos: la búsqueda de una mujer por el alma de la amistad), dedicado a las amistades entre mujeres.

Leer ese libro fue como poner un espejo delante de mí.  En todos mis conflictos con amigas, siempre asumí el papel de víctima.  Según yo, la amistad sufría por las cosas que me hacían, yo era inocente de todo.  Tal vez, si yo fallaba, era porque ellas me provocaban.  Pero en esas páginas encontré que el problema era la persona que miro todos los días frente al espejo.  Sarah Zacharias Davis escribía de cosas en las que yo había incurrido, por ejemplo, reunirme con otra mujer para hablar mal de la que yo decía que era mi mejor amiga.  Ella hacía la pregunta: “¿Por qué hacemos esto?”  Respiré profundo y decidí salir de mi papel de víctima para buscar en la Biblia cómo detener las actitudes destructivas en mis amistades.

En primer lugar, Mateo 7:12 dice: “Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas”.  Esto es lo que se conoce como la “Regla de Oro”.  Le pedimos al Señor que examine nuestros corazones y nos ayude a preguntarnos a nosotras mismas: “¿Me gustaría que mi amiga hablara de mí con las palabras que estoy usando?  ¿Quisiera yo que mi amiga contara mi secreto, como acabo de contar el suyo?”  Seguramente, la respuesta será que no.  Eso no nos gustaría.  Si has caído en esto, como yo, es hora de pedirle perdón a Dios con un arrepentimiento genuino.

En segundo lugar, Filipenses 2:3-4 dice: “Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”.  Este versículo me muestra que la meta de tener una amiga no es para tener alguien con quién contar, ni para tener a alguien que me ayude, ni para tener a una persona que me divierta.  Yo tengo una amiga para buscar sus intereses por encima de los míos.  Yo tengo una amiga para que ella pueda contar conmigo, para servirla, para guiarla hacia Jesús.

En tercer lugar, Efesios 4:32 dice: “Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo”.  Es verdad, las mujeres somos un poco intensas, pero es porque para nosotras, las relaciones interpersonales son extremadamente importantes.  El problema es que la ley del pecado está en nuestros miembros y no hacemos el bien que queremos, sino el mal que no queremos (Romanos 7:15-25).  Fallamos, ofendemos, no somos amables ni misericordiosas.  Por eso es necesario pedir perdón y perdonar, pero, como dice este versículo, es como Dios nos perdonó en Cristo.  ¿Cómo es el perdón que tenemos en Cristo?  Dios no me dice: “Bueno, hijita, ya estás perdonada, pero nuestra relación no puede ser como antes”.  Dios no me dice: “Hija mía, me has pedido perdón por lo mismo y lo mismo tantas veces, que ya perdí la cuenta.  Voy a tener que cancelar tu predestinación”.  ¡No!  La Biblia nos dice que Dios se lleva nuestros pecados al fondo del mar (Miqueas 7:19), Él nunca más se acuerda de nuestros pecados (Isaías 43:25; Hebreos 8:12), aleja nuestros pecados como el oriente está lejos del occidente (Salmo 103:12).  Es así como Dios nos pide que perdonemos.

(Suspiro) Sí, es difícil.  Yo misma escribo estas palabras con temor y temblor, porque tengo frente a mí el desafío de poner en práctica lo que predico, ¡y es difícil!  Pero gracias por Cristo, por el Espíritu Santo que nos faculta para obedecer a Dios.  Oremos juntas, pidiéndole al Señor que nos dé la capacidad de obedecerle.  Esto de la Regla de Oro, de considerar a los demás como superiores a nosotros mismos y de perdonar como Dios nos perdonó en Cristo es totalmente sobrenatural, no es parte de nuestra naturaleza.  Pero Dios es especialista en hacer milagros, y no hay mayor milagro que el cambio que Él hace en nuestro corazón.  Sé valiente, no tengas miedo de escribir un correo o de hacer una llamada para pedir perdón u otorgar el perdón.  Como dice el título de un libro de Paul David Tripp, las relaciones son “un relajo que vale la pena”.

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