Carta a mi segunda madre
Eres esa mujer aguerrida, compañera, dulce, noble que desde que llegué me cuidó y protegió; eras y sigues siendo la fiel compañera de mamá. Gracias por los cuidados, las aventuras, la compañía. Pensar que tengo tanto que agradecerte que hasta escribirte esta carta siento no será suficiente.
Los cuidados cuando estaba enferma, mis meriendas, las que tú me preparabas, mis favoritas; las tardes jugando a la maestra, al doctor, la niñera o lo que fuera. También nuestras tardes haciendo tarea. Gracias por la paciencia y por explicarme cien veces las cosas, hasta que por fin las comprendiera.
Por las noches, cuando dormía en tu casa contigo a mi lado, los cuentos de nunca acabar que incluían misterio, aunque después no podía dormir. Los chistes, las risas, todo eso que hasta el día de hoy forman parte de mis más lindos recuerdos. Si hablamos de la comida, son un sinfín de ellas las que me han logrado cautivar, las papas rellenas y las sopas, aunque al inicio o de chiquita he de confesar que no eran mis favoritas, todo lo que hacías para mí era un manjar.
Mi compañera fiel en viajes o expediciones del colegio, mientras mamá trabajaba; a la que no le importaba sacrificarse por acompañarme y hacer de mi niñez la divertida y locuaz aventura que fue. Esa mujer que pocas veces dice “te amo”, pero cuando lo hace sabes que lo dice de corazón; esa que siempre estará para mi sin importar lo que pase.
Ahora, ya de adulta y solo un poco más grande, quiero que sepas lo mucho que te amo. Ahora me toca a mí cuidarte y ser incondicional. Aquí siempre estaré para continuar compartiendo la vida juntas y nuestras aventuras.
Mi amor por ti supera todo lo que puedas imaginar; le pido a Dios me ayude a ser agradecida contigo y devolverte todo lo que has hecho por mí.
Desde el cielo sin duda, me amaron demasiado, ya que me regalaron 2 ángeles, mi madre y tú.
Dios te bendiga siempre, a ti, mi segunda mamá.