El protagonista, el dueño y el operario
Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por él y para él. ¡Gloria para siempre a Dios! Amén. (Rom 11:36 )
En una historia de amor o aventura siempre existe un protagonista, “el chullita de la película” diría mi papá, es aquel que pasa obstáculos, situaciones difíciles, pelea con los malos, pasa desventuras, pero al final triunfa, por su corazón, por el poder de la verdad, por su valentía y sacrificio.
El evangelio, las buenas noticias son esa historia de amor donde el protagonista es, siempre Jesucristo, y nosotros somos la doncella a rescatar, los rehenes a salvar; hasta allí todo es comprensible, pero también nosotros somos los malos de la película, los traidores, los egoístas, sin embargo a través de toda la historia vemos la nobleza del protagonista, la pureza de su amor, y somos rescatados de nuestro egoísmo.
“Porque” esta palabra significa que esta es la causa de algo, el motivo, la razón de que algo suceda.
“Todas las cosas” no queda nada fuera de esta definición, las cosas materiales, el sol, la luna, las plantas, nosotros mismos, las situaciones, el ahora, mis problemas, las bendiciones, los afectos, absolutamente todas las cosas.
Todas las cosas vienen de Dios, el escenario de nuestra vida, este maravilloso universo proviene de su sola voluntad y poder, y si nosotros podemos respirar, reír, sentir y pensar, esto se originó en Dios, su nombre original YHWH, significa literalmente, Yo Soy el que Soy y que hago que todas cosas existan. Él es el Creador.
Todas las cosas existen por Dios, las sustenta, en su poder ilimitado las mantiene funcionando, el sol gira alrededor de la galaxia porque Dios literalmente empuja al sol, mis manos teclean porque Él imprime su fuerza en ellas, el corazón de mis hijos late mientras duermen porque Dios lo mantiene activamente latiendo. Los seres humanos tenemos una parte consciente en la que ejercemos voluntad y dominio y una parte inconsciente puesta allí para sustentar la parte consciente, la cual sin embargo no controlamos, nadie controla el funcionamiento de sus riñones ni decide cuando un óvulo saldrá del ovario, es un funcionamiento independiente de nuestra conciencia, no así con Dios, es una gran diferencia, Él es absolutamente consciente de todo, absolutamente todo, conoce todo lo que concierne a una sola gota de lluvia, su dirección, todos los átomos que la contienen, su electrones, su velocidad, su temperatura, de donde salió y donde caerá, cuando se trasformará en vapor y volverá al cielo. Este es un conocimiento que excede nuestra capacidad de imaginación, pero si Dios es omnisciente entonces lo sabe todo, absolutamente, y conoce por supuesto nuestras intenciones y pensamientos, aun antes que los pensemos, y no solo los permite, Él los sostiene, voluntariamente, activamente, ahora, mientras mis ojos miran estas letras Dios está haciendo esto posible.
Todas las cosas existen para Dios, nada de lo que tenemos en última instancia es nuestro, ni fue creado para que dispongamos independientemente de Él, fuimos creados para amarlo, para conocerlo, para que Dios se deleite en amarnos, y no existe otra finalidad que Dios, no existe otro propósito que ser suyos. Vivimos vidas egoístas, pensamos en nuestro propio beneficio, y olvidamos que así como un río fluye hacia el mar, así nuestra vida fluye hacia Dios, inexorablemente. La dirección de nuestros actos funciona para cumplir los planes y designios de Dios, somos suyos y para Él.
La película de nuestra vida tiene un solo protagonista, Jesús de Nazaret, aunque no lo sepamos o no lo queramos admitir, somos personajes secundarios, tiene un solo productor, Dios, el pagó las luces, compró los vestuarios, es dueño del estudio, escribió la música y todo funciona porque Él lo opera, Dios maneja los telones, las cámaras, los vehículos, todo.
Entonces ¿Qué es lo que debemos hacer?, ¿Cuál es nuestro papel en esta superproducción? fácil, debemos recibir Su Amor, nada más que creerle y tomar nuestro guión y decir las líneas, al final nuestro nombre saldrá entre los créditos, y la gloria… es de Él.