Cuando nuestros hijos se enferman
Nosotras las mamás podemos figurar como súper-heroínas en cuanto a cuidar la salud de nuestros hijos: alimentándoles con comidas sanas, abrigándolos con ropa adecuada al clima, asegurándonos que duermen lo suficiente, animándolos a hacer ejercicio regular. Pero a pesar de nuestros mejores esfuerzos a todos nos llega el momento cuando un hijo se enferma. ¿Cómo podemos navegar bien estas circunstancias desagradables e inesperadas?
Primero, ten en mente que la enfermedad de un hijo puede trastornar la dinámica de la familia, especialmente en casos crónicos. Ver a un miembro de la familia sufrir es perturbador y provoca reacciones emocionales más fuertes de lo normal. Tomando esta realidad en cuenta, puedes estar lista para extender más gracia a tu familia y a ti misma cuando los ánimos se encienden. Una verdad de consuelo que la familia puede memorizar juntos viene de 2 de Corintios 12:9 “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.”
También es muy buena idea considerar tu horario para ver qué actividades tú (y tu esposo) puedes suspender por un tiempo para atender a tu hijo enfermo. Visitas a los médicos, viajes a la farmacia, preparación de una dieta especial, y los importantes mimos y caricias adicionales toman tiempo. La vida no puede seguir sin cambios y necesitarás más tiempo de margen para poder lidiar con la enfermedad.
Reconociendo el estrés que una enfermedad añade a la vida, pide ayuda. No somos creados para sobrevivir solos sino para vivir en comunidad. Si necesitas descansar, pide que un familiar cuide a tus hijos mientras tomas una siesta. Pregunta una amiga si te puede ayudar pasando a la farmacia para recoger medicinas. Contacta a tu iglesia para pedir oración.
Finalmente, aparta tiempo para nutrir las otras relaciones en la familia. Nuestro pequeño enfermo requiere de mucha atención que puede dejar que los otros miembros de la familia se sienten olvidados. Tomar diez minutos para leer un cuento con tu otro hijo (sano) puede afirmar que todavía es muy importante para ti. Habla francamente con el resto de la familia de tus sentimientos de tristeza al ver tu hijo enfermo y de tu frustración al no poder cambiar inmediatamente a la situación. Esto dará permiso a los demás para poder compartir sus sentimientos también y poder recibir consuelo y atención.
Enfrentar la enfermedad de un hijo no es fácil. Requiere más energía, más tiempo, más ayuda y, sobre todo, más amor y comprensión dentro de la familia. Cuando toda la familia está comunicándose bien, haciendo los ajustes necesarios, y confiando en la gracia de Dios, la enfermedad no nos tiene que derrotar.
Berth Saavedra
Iglesia La Viña