El trabajo como una expresión de adoración al Creador
He tenido muchos y diferentes trabajos. Mi primer trabajo, cuando tenía trece años, fue cortar hierba para nuestro pastor. Después de eso, y antes de convertirme en pastor, trabajé como consejero de campamentos y luego como asociado de ventas en tiendas minoristas. He manejado carretillas elevadoras, tractores y bombas en una fábrica, he lavado platos en una cocina, entregado periódicos, sacado mala hierba como trabajador de mantenimiento de jardines, y configuré sistemas informáticos como asistente administrativo. Algunos de los trabajos fueron geniales, algunos de ellos los odié. Pero aprendí una cosa.
Tener un trabajo, ser capaz de satisfacer mis necesidades y las de los demás a través del trabajo, es una gran bendición. ¡Fuimos creados para el trabajo! Cuando el pecado entró en el mundo, nuestra responsabilidad de trabajar no cambió, pero ahora el pecado hace que en ocasiones el trabajo se convierta en una carga. El trabajo puede parecer insignificante, nuestros roles pueden ser menospreciados, y nuestros empleadores pueden aprovecharse de nosotros. A pesar de todo eso, el trabajo es un regalo de Dios (Eclesiastés 2: 22-24).
Para el antiguo Israel, el trabajo era una forma de adoración. Aunque tendemos a pensar en la adoración en el contexto de un servicio dominical, en el Antiguo Testamento la idea de «adoración» se expresaba a través del «trabajo».
Construir el Templo o cosechar, fueron considerados actos de alabanza.
Dios nos coloca en su creación para trabajar para Él. Administramos los recursos del Creador en Su creación, y representamos al Rey en Su Reino. Dondequiera que Dios nos haya colocado podemos hacer nuestro trabajo como si fuera el trabajo de Dios.
El trabajo es adoración. La mayor exaltación a nuestro Dios y la demostración de su bondad, es a través del trabajo bien hecho, con diligencia, alegremente y respetando a aquellos que Dios ha puesto sobre nosotros. Esto parece una tarea imposible a menos que recordemos que el trabajo es adoración. Encontrar significado en nuestro trabajo, es un regalo de Dios. ¡Los regalos deben ser celebrados! Gracias a Dios, hoy por tu trabajo cualquiera que éste sea. Es el regalo de Dios para ti.