Mami, tengo miedo

2018-07-09T09:24:42-05:009 julio, 18|

 

“Mami, tengo miedo” Esa voz es una interrupción molesta de mi sueño. “Mami,” la voz persiste. Y sé que necesito despertarme para ayudar a mi hijo.

Mis amigas, el primer obstáculo en ayudar a nuestros hijos enfrentar sus miedos es nosotras mismas. ¿Estamos dispuestas a tomar el tiempo para entrenarles a superar sus temores? ¿Estamos dispuestas a sentirnos incomodas, viéndolos a nuestros queridos niños luchar un poco, sabiendo que es una parte normal del proceso de crecimiento? Si la respuesta es sí, sigue leyendo porque voy a compartir contigo ideas de como apoyar nuestros hijos en sus miedos.

Primero, reconocemos que el miedo es una emoción normal que nos defiende de experiencias desconocidas y potencialmente peligrosas. Queremos que nuestros hijos compartan sus miedos con nosotros para que podamos ayudarles a discernir la mejor manera de responder. Por lo tanto, no digamos “No tengas miedo”. Mejor es preguntar qué le está provocando el miedo y analizar juntos por qué tiene sentido (o no tiene sentido) ese sentimiento. Entonces podemos generar ideas de cómo manejarlo juntos.

Hay miedos que podemos disipar con información simple o con nuestro ejemplo. Podríamos mirar debajo de la cama con una linterna para mostrar que no hay ningún monstruo allí. Podríamos demostrar que el perrito de los abuelos es amigable al acariciarlo delante de nuestro hijo. Podríamos meternos en el agua primero para mostrar que tan rico es nadar en un lago. Y deberíamos modelar lo importante que es tener cuidado con lo que ponemos en nuestras mentes al evitar las películas y la televisión que inducen al miedo. Como dice Filipenses 4:8, “Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza.”

Sin embrago, otros temores requieren más tiempo y herramientas específicas para disipar. Si nuestro hijo tiene una fobia fuerte, es mejor enfrentarla poco a poco, segmentando su exposición a la situación aterradora. La obscuridad es un miedo muy común que podemos enfrentar de la siguiente manera: la primera semana dejamos prendida una luz en el pasillo toda la noche. La segunda semana dejamos la luz prendida hasta que nuestro hijo se duerma. Y la tercera semana apagamos la luz antes de que nuestro hijo se duerma.

Es posible que nuestros hijos entiendan que no deben tener miedo, pero todavía sienten esa ansiedad. En estos casos es muy útil enseñarles formas de calmar su propio sistema nervioso. Una manera muy agradable es cantar, que estimula el nervio vago que controla el ritmo cardíaco y nuestro reposo. Canciones de adoración que topan el tema de nuestro Dios defensor son excelentes para declarar verdad a nosotros mismos mientras activamos ese nervio. Otra manera aumentar la función de ese nervio tan calmante es bostezar de manera exagerada o menear la mandíbula.

Finalmente, aprendan juntos versículos bíblicos, que se pueden recitar mientras respiran profundamente ayuda mucho. Uno favorito de nuestra familia es Salmos 56:3, “Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza.” Sobre todo, queremos que nuestros hijos sepan que nosotros (¡y nuestro Dios!), siempre estaremos a su lado para amar, proteger, y enseñarles a superar sus temores.

Beth Saavedra

vinaquito.com