Una lección de amistad
Hoy en la Galería de la Fe, estamos al frente de un retrato con cuatro individuos ¿Quiénes eran estos hombres? Se desconoce su origen y sus nombres. No se sabe si asistían a alguna congregación. No sabemos si eran creyentes o pertenecían a alguna denominación. Pero esto no importa, la Biblia no se interesa en darnos esos detalles sino en mostrarnos lo que ellos hicieron. El énfasis radica en la compasión y la amistad que ellos tenían por un desamparado. Eran hombres con una gran sensibilidad, quienes habían hecho del paralítico el objeto de su preocupación por semejante miseria humana.
La compasión por aquel hombre les llevó a preparar un encuentro con Jesucristo. Nos llama la atención que en la sanidad y salvación del paralítico se usaron cuatro hombres. Hay paralíticos que no pesan mucho. Algunos casos conocidos revelan a estas personas reducidas a un montón de huesos. De manera que un solo hombre podía haberles llevado a Cristo. Pero aquí fueron cuatro. Dos tomarían la delantera y dos irían detrás. Los unos seguían a los otros. Todo un trabajo en equipo para salvar al enfermo.
Venciendo el obstáculo de si mismo. Llegó el día cuando los cuatro hombres, llenos de un gran optimismo, entusiasmados con una gran esperanza y persuadidos de una gran fe, se dispusieron llevar al hombre a Jesús.
La verdad de esta historia es que este hombre fue sanado por la enorme fe que tuvieron sus amigos. La Biblia no nos dice que ellos se desalentaron ante las dificultades. No se quejaron porque no hubo una respuesta inmediata. No nombraron un comité para que fuera a hablar con el Señor. Estos hombres ejercitaron su fe. Pusieron un plan en marcha. Como quiera que sea la determinación era poner ese hombre frente a Cristo.
Imaginémonos la escena. De repente la multitud que estaba apostada a la puerta notan que estos hombres se las ingeniaron, y ahora en lugar de buscar la puerta para entrar están en el techo de la casa. Tuvieron que usar algún instrumento para llegar arriba; a lo mejor subieron algunos primeros.
Como eran cuatro, dos podían tomarlo arriba mientras los otros ayudaban desde abajo, aquellos hombres abrieron un boquete tan grande para poder bajar al hombre enfermo. Jesús está en la sala enseñando. Él tuvo que oír los golpes en el techo, sentir el polvo y otros materiales caer, y luego ver cuatro cuerdas descender trayendo un cuerpo muerto con un hombre vivo reducido e impedido. Jesús detuvo su enseñanza. Contempló la valiente fe aquellos hombres que miran desde el techo descubierto y se dirige al enfermo con estas palabras: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Cuatro amigos dueños de una poderosa fe, engalanan hoy La Galería de la Fe.