El hombre con dos nombres (Galería de la fe)

2019-09-09T00:13:55-05:0023 marzo, 17|

En este momento estamos frente al retrato de un hombre cuyo carácter puede estar dividido. De hecho, tiene dos nombres. Al comienzo se muestra el carácter decidido, impulsivo y presto a la acción de Simón, aquel está dispuesto a dejar su casa y su trabajo para seguir a Jesús, el Maestro itinerante.

Al final de la historia de la pasión de Cristo, Pedro está dispuesto a hacer prevalecer sus razones, incluso con la fuerza. Su impulsividad permanece, como cuando corta la oreja del siervo del centurión. Y sus miedos no lo abandonan después de su transformación, lo que lo hizo objeto de la crítica de Pablo, que lo llamó “hipócrita”.

Pedro es, al mismo tiempo, ingenuo y temeroso, así como honesto, hasta llegar al arrepentimiento más sincero. Es apasionado, perceptivo, con un alto sentido de justicia, según sus esquemas, orgulloso y humilde a la vez.

Podríamos decir que siempre hubo polos marcados en la personalidad de Pedro: expresa gran fe y al instante ha sucumbido ante la duda. Una de las cosas que más nos enamora de la Biblia es la sinceridad con la que se manifiestan los testimonios de vida.  Nos muestra tal como somos, humanos, sin idealizarnos.

Por otro lado, cuando Pedro prometió dar su vida por Cristo, no mintió. Ustedes me dirán: «Pero si el tal Pedro negó tres veces a Jesús, ¿cómo va a estar en la Galería de la Fe?» Sí, es verdad, pero creo que no mintió, porque cuando Pedro respondió a Jesús, lo hizo desde lo que veía como su intención y su ideal. Tampoco creo que fue orgulloso, porque pienso que conocía sus limitaciones y su propia humanidad, pero respondió desde su comprensión de lo que debería ser.

La fecha más probable de su muerte es el año 67. Según la tradición, murió martirizado bajo el mandato de Nerón en el Circo Romano, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio, donde a principios del siglo IV, el emperador Constantino mandó construir una gran basílica.

Así como muchos de nosotros, la fe de Pedro fue creciendo y consolidándose. Pasó de la impulsiva insensatez a una fe a toda prueba. Y Pedro era humano. Y el Señor lo amó. Y Pedro sirvió al Maestro, a pesar de su humana debilidad.

MDC/ag