José de Arimatea (Galería de la Fe)
Es impresionante ver este cuadro colgado aquí en una de las salas de la Galería de la Fe. Se ve a un hombre de edad, frente a lo que parece ser el trono de un rey o un César, habla con pasión al hombre que lo escucha sentado en aquel trono. Este valiente hombre se llama José de Arimatea, no sabemos de dónde sacó el valor para hablar con Poncio Pilato, pues este gobernador romano era conocido por ser un hombre muy terco. Sin embargo, alguien tenía que pedirle el cuerpo de Jesús para poder darle un entierro digno. Al final, ese encuentro cara a cara resultó mejor de lo que esperaba.
Después de que un oficial confirmó que Jesús estaba muerto, Pilato le concedió su petición. Así que, a pesar de la profunda tristeza que sentía, José volvió de prisa al lugar de ejecución.
El Evangelio de Marcos menciona que José de Arimatea era un “miembro estimable del Consejo”. En este contexto, el Consejo solo podía referirse al Sanedrín, el tribunal supremo y consejo administrativo central judío. Este hombre era uno de los dirigentes del pueblo, lo que explica por qué pudo pedir audiencia ante el gobernador romano. No sorprende que, además, fuera rico.
José sí era discípulo; solo que no se atrevía a declararlo abiertamente. No es que José repudiara a Jesús, sino que no tenía el valor necesario para admitir que era su discípulo.
En favor de José de Arimatea, hay que decir que la Biblia menciona que él no apoyó el complot del Sanedrín contra Jesús. Se cree que no estuvo presente en el juicio de Jesús. De todas formas, se habrá sentido horrorizado ante semejante injusticia, pero no podía hacer nada para impedirlo.
La ley judía exigía que los sentenciados a muerte fueran enterrados antes de la puesta de sol. Los romanos, sin embargo, dejaban colgando en el madero los cadáveres de los criminales ejecutados hasta que se pudrieran o los echaban a fosas comunes.
Pero José no quería eso para Jesús. Cerca del lugar de ejecución, José tenía una tumba labrada en la roca. Esta cripta estaba sin estrenar, lo que puede indicar que hacía muy poco que se había mudado a Jerusalén desde Arimatea y que tenía la intención de que fuera allí donde se enterrara a los miembros de su familia. Colocar a Jesús en la tumba donde José mismo esperaba ser enterrado fue un gesto muy generoso de su parte, por eso su retrato está aquí en la Galería de la Fe.