¿Vives con una falsa culpa?

2019-09-09T00:13:56-05:0019 marzo, 17|

Tal vez le haya sucedido que, cuando algo sale mal, la primera cosa que piensa es: ¡Fue mi culpa!

Una vida atormentada constantemente bajo una carga de culpa no es la vida abundante que Jesús vino a darnos. La culpa roba nuestra alegría, obstaculiza nuestra productividad, interrumpe nuestra paz, perjudica nuestras relaciones y, lo peor de todo, hace que la atención se centre en nosotros mismos. La culpa nos conduce a la insatisfacción y el descontento.

La culpa es un hecho y un sentimiento. Es posible ser culpable sin sentirse culpable. Es posible sentirse culpable sin ser culpable. Y es posible ser culpable y sentirse culpable. Sin duda, todos hemos experimentado estas tres condiciones.

Sentirnos culpables, incluso cuando no somos culpables, es una lucha común para la mayoría de nosotros.  La falsa culpa es causada por un pensamiento equivocado. Nos sentimos culpables porque nos permitimos tener pensamientos que nos dicen que todo es nuestra culpa. Ignoramos los hechos, insistimos en reprocharnos y llegamos a sentir desesperación y desaliento, sin justificación. Eso es porque esta falsa culpa es un sentimiento, no es la realidad.

Algunos ejemplos de la falsa culpa:

Lo que experimentamos cuando seguimos recordando y nos seguimos reprochando por lo que Dios ha perdonado y olvidado.

Lo que sentimos cuando alguien parece estar decepcionado de nosotros.

Lo que sentimos cuando tenemos que decir “no”.

Lo que sentimos cuando tratamos de quedar bien con la gente.

Lo que sentimos cuando vivimos con expectativas poco realistas de nosotros mismos.

Lo que sentimos cuando pensamos que no intentamos lo suficiente.

Lo que sentimos cuando creemos que somos responsables por todo.

Lo que sentimos cuando dejamos que otros determinen qué y quién debemos ser.

No es la voluntad de Dios que siempre vivamos en la culpa. Es una estrategia del enemigo para llevarnos a pensar que estamos viviendo vidas derrotadas. La falsa culpa no está destinada a ser parte de nuestra vida cotidiana. No es normal. No está bien. No es necesaria ni saludable.

Como hijos de Dios, somos llamados a vivir en victoria. Gálatas 5: 1 dice: «Es por la libertad que Cristo nos ha liberado, manténganse firmes, y no os dejéis volver a cargar con un yugo de esclavitud».

MDC/ag