Venciendo Gigantes

2019-07-07T04:53:25-05:0027 julio, 18|

Creer que un enemigo débil no puede dañarnos, es creer que una chispa no puede incendiar el bosque.” (Muslih-Ud-Din Saadi).

En la jerga popular se suele decir: un tropezón no es caída. Tal vez este proverbio surgido en las frases cotidianas de la gente tenga mucha razón. A lo largo de la vida estaremos frente a pequeños muros que pretenden frenarnos. Me refiero a esos momentos de tristeza, una gripe o la pérdida de una materia. Pero quienes tenemos al Creador de nuestro lado hemos sabido atravesarlos con seguridad.

A pesar de eso hoy quiero contarte de aquellos gigantes que al contrario de ser pequeños tropezones están: armados y listos para vencernos. Con gigantes me refiero a esas dificultades que nos trae la vida: enfermedades terminales, un fracaso amoroso, una ruina financiera, una pérdida irreparable.

Hay veces que estos mismos seres vienen en “combo” y pretenden detener nuestro propósito.

“Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla.” (1Cr 10:13)

Antes de conocer a Dios, tenía esa idea equivocada de que Él era el único precursor de todos mis males y dolencias. Quizá solo quería buscar un culpable.

Ahora puedo estar seguro de que Él solo permite que algunos gigantes se atrevan a enfrentarme para formarme a la altura de un guerrero del reino. Estoy seguro que Él no pondrá una prueba más dura de la que yo pueda soportar.

No le digas a Dios lo grande que es el gigante que está frente a ti. Dile al gigante lo grande que es tu Dios.

Tal vez estés frente a un gigante ahora mismo y pienses que eres muy pequeño para enfrentarlo.

Pero recuerda que en tiempos remotos Él usó al menor de siete hermanos y no precisamente a alguien que se había preparado para la guerra si no a un pastor de ovejas. No te fijes en tus limitados recursos y habilidades fíjate en el dador de ellos.

Cuando cierro los ojos puedo imaginarme frente a un gigante y al igual que David cuando era un adolescente puedo reconocer que no estoy preparado para afrontarlo, pero lo que me mantiene en pie de batalla es saber quién lucha de mi lado. Quién sabe si al final del día, después de vencer al gigante dejes de ser “el pastor de ovejas” y puedas ser llamado algo así como: “conforme al corazón de Dios”.