A mis hermanos
Hoy me quiero detener a agradecer haber crecido juntos, porque más allá de que nuestros padres nos unieran, seguimos así, respetando nuestras diferencias y ayudándonos día a día.
Hoy, cada uno tiene una vida definida. Con sus tiempos, sus formas, sus aciertos y desaciertos. Todas distintas, todas iguales, que se nutren del amor verdadero de nuestros padres y nuestra familia extendida: tíos, abuelos, primos, sobrinos y todos los amigos que nos brindaron una niñez, una adolescencia y una contención de lujo.
Mis recuerdos de la infancia son grandiosos. Crecer juntos nos hizo disfrutar de nuestra niñez de una manera única. Nos peleamos, bastante, porque sí, por cosas que a la distancia parecen ridículas, pero que en su momento para nosotras eran la vida misma. Hicimos travesuras, grandes, chiquitas y medianas. Fuimos cómplices y acusadores. Cambiamos de sombrero millones de veces, pero al final, nos defendíamos con todo nuestro ser.
Superamos etapas de todos, momentos no tan lindos, separaciones y encuentros. Vivimos historias tan distintas como nosotros mismos. A veces, como agua y aceite. Nuestras reacciones al mundo dispares, nuestra apreciación de lo lindo y lo feo, lo injusto de lo justo, lo que vale la pena y lo que no. Caminamos a la par, pero tomando decisiones propias.
Estas diferencias solo refuerzan la teoría que ronda en mi mente: nos criaron con la libertad que necesitamos para encontrar nuestro propio camino y recorrerlo con las herramientas que viven en nuestro interior, ésas que nuestros padres pusieron día a día en nuestros corazones.
Me ser su herman@, me llena el alma. La vida compartida, los años pasados, solo hicieron que hoy estemos unidos. Seguimos firmes, pasando de alto detalles que podrían separarnos y focalizándonos en todo lo que bueno que tenemos en común, cada día, en cada momento.
Una vida compartida, una historia que no puede contarse una sin la otra. Porque los hermanos son así, unidos, para siempre, para quererse como nadie. Desde la cuna, día a día, año a año, fortaleciendo emociones y sentimientos que solo nosotros conocemos.
La vida sigue y todavía nos depara desafíos, situaciones que vamos a tener que enfrentar. Yo, desde el fondo de mi corazón, deseo que siempre encontremos las palabras, el espíritu y la valentía para seguir juntos.
Me siento afortunada por ir mano a mano en la aventura de transitar este camino, por todos los abrazos sinceros, las críticas más duras, las sonrisas cómplices, las palabras acertadas, las miradas que dicen todo, la compañía que no pide nada a cambio. El dar sin esperar recibir.
Queridos hermanos, simplemente gracias por estar siempre, que vuestro buen Dios los bendiga y sepan, que quiero todos los años que vengan, pero junto a Uds.
Los amo.