MIS PADRES SE DIVORCIARON… ¿Y YO?
Una de las «joyas» de amontonar celebraciones de cumpleaños es que nos empezamos a olvidar de las cosas. Hay eventos de los que no tengo el más mínimo recuerdo y aunque veo en fotos que yo estaba ahí, mi cerebro no lo registra. ¡La edad, la edad! Pero hay un par de eventos que no se me olvidan, que los tengo en la mente tan vívidamente como si hubiera sido ayer: el día que mi papá se fue de la casa y la conversación subsiguiente en la que nos informaban a mi hermano y a mí que mis padres se habían divorciado. Yo tenía nueve años (pero no voy a decir cuántos tengo ahora, ja, ja, ja).
Recuerdo muy claramente que en ese momento se acabó mi mundo. ¿Cómo sigues con la vida cuando toda la seguridad que conocías se derrumba? Leí en un artículo que el divorcio es como tratar de sacar un chicle de una alfombra. Podemos hacer nuestro mejor esfuerzo para limpiar el chicle, pero inevitablemente siempre quedará algo de chicle en la alfombra y algo de alfombra en el chicle, y jamás volverá a ser como antes.
La buena noticia es que Dios está en el negocio de la restauración y Él hace nuevas todas las cosas (2 Corintios 5:17).
¿Por qué el divorcio nos afecta tanto?
La Biblia declara explícitamente que Dios aborrece el divorcio (Malaquías 2:16). ¿Por qué? Porque Él mismo creó el matrimonio como una unión indivisible entre un hombre y una mujer que dejan padre y madre para convertirse en una sola carne (Génesis 2:22-24; Mateo 19:4-6; Marcos 10:6-8). Jesús mismo afirma enfáticamente: «Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe» (Mateo 19:6; Marcos 10:9). La cosa va más allá. En Efesios 5:22-33 aprendemos que el matrimonio es una ilustración de la relación entre Cristo y Su iglesia. Este es un detalle importante, tenlo en mente. John Piper escribió: «Abandona tu matrimonio cuando Jesús abandone el Suyo». Esa debería ser la tenacidad de una pareja en el matrimonio.
Pero Dios nos conoce y sabe que somos de polvo (Salmo 103:14). El Señor Jesús dice que Dios puso la opción del divorcio por la dureza de nuestro corazón (Mateo 19:8; Marcos 10:5). El divorcio es una realidad y lo hemos palpado de cerca. Estoy segura de has recibido su impacto de una u otra manera. Quizá no fueron tus padres, pero sí familiares cercanos. A lo mejor te pasó a ti. Si eres un hijo o hija de padres divorciados (como yo) o tú has pasado por un divorcio y quieres ayudar a tus hijos a navegar por estas aguas turbulentas, te comparto parte de lo que he observado, vivido, investigado y aprendido. ¡Recuerda siempre que la verdad nos hace libres! (Juan 8:32).
1. LA BÚSQUEDA DEL AMOR
La mentira
Mediante el divorcio de mis padres, me aferré a la mentira de que nadie me ama en realidad. «¿Cómo pueden otros quererme si la persona que supuestamente debería amarme más se fue?». En mi boca está todo el tiempo la frase: «¿Me quieres?» Me he dado cuenta de que es una pregunta que hago inconscientemente a todo el mundo, incluyendo a mi perrita Sisa y hasta a «Alexa», ante lo cual ella responde que todavía no ha alcanzado a comprender el amor humano. Suena absurdo, pero es verdad. Casi nunca lo pregunto con palabras, sino con actitudes poco saludables para «probar» cuánto amor me tienen las demás personas.
La verdad
La Biblia dice que Dios nos ama TANTO que mandó a Su Hijo a morir por nosotros (Juan 3:16). En un argumento muy interesante, Romanos 5:-6-11 nos muestra cómo ni siquiera merecíamos que Dios se dignara en mirarnos; éramos Sus enemigos, pero aun así Cristo murió por nosotros. Me encanta cómo dice la Biblia que podemos conocer lo que es amor: «En esto conocemos el amor: en que Él puso Su vida por nosotros» (1 Juan 3:16). Gálatas 2:20 dice que Cristo nos amó y entregó Su vida por nosotros. Además, el amor de Dios es eterno (Jeremías 31:3). Se me irían 100 páginas copiando todos los versículos que hablan del amor del Señor por nosotros. Pero lo mejor de todo es que el amor de Dios permanece cuando el amor de nuestros padres falla (Salmo 27:10; Isaías 49:15).
2. TERROR DEL ABANDONO
La mentira
El momento en que mi papá salió por esa puerta, en mi corazón se sembró la mentira de que todas las personas de mi vida se irán también, tarde o temprano. Esto ha provocado dos reacciones igualmente tóxicas en mis relaciones con otras personas. O puedo aferrarme demasiado a una persona con la idea de jamás dejar que se salga de mis garras; o prefiero desertar yo primero una amistad, antes de darle oportunidad al otro de que se vaya. Este comportamiento lo he aplicado a todo tipo de relaciones interpersonales: familia, novios, amistades, discipuladores, etcétera. El resultado ha sido un desfile de relaciones maltrechas y un corazón herido por varios frentes.
La verdad
Dios ha prometido que siempre estará con nosotros, que nunca nos dejará ni nos abandonará (Deuteronomio 31:6; Josué 1:9; Salmo 94:14; Hebreos 13:15). Jesús dijo que estará con nosotros TODOS LOS DÍAS hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Como si fuera poco, para los que somos creyentes, el Señor ha enviado a Su Espíritu Santo (es decir, a sí mismo) a morar en nosotros (Hechos 1:8; Romanos 8:11; 1 Corintios 3:16; 2 Timoteo 1:14). Él no está lejos, está cerca, ¡tan cerca como en nosotros mismos! (Salmo 119:51).
3. AISLAMIENTO
La mentira
Otra mentira que cobró forma con el divorcio de mis padres es que nadie puede entenderme y lo mejor para mí es permanecer aislada de otras personas. Esto tiene un poco de relación con el hecho de romper relaciones/amistades antes de que me abandonen a mí, pero es común que los hijos de padres divorciados busquemos protegernos para que nadie vuelva a herirnos nuevamente. Me resulta difícil confiar en otras personas porque quien debía protegerme no solo que no me protegió, sino que me hizo daño continuamente. Aislarnos de la gente se presenta como la opción para que el corazón no vuelva a romperse más.
La verdad
La verdad es que vivimos en un mundo roto por el pecado. Cuando el pecado entró en el mundo, lo primero que sucedió fue la ruptura de las relaciones entre Dios y el ser humano, entre el hombre y la mujer, entre la humanidad y la creación (Génesis 3:1:21). Las demás personas nos van a fallar… y nosotros vamos también a fallar a otros, irremediablemente. ¡Pero Dios trajo la reconciliación por medio de Cristo! (2 Corintios 5:18-19). Él nos da, a través de Su Espíritu, la fuerza para amarnos unos a otros, soportarnos, perdonarnos y trabajar en unidad como un solo cuerpo, teniendo a Jesucristo como nuestra cabeza (Romanos 12:3-21; 1 Corintios 12:12-26; Efesios 4:1-6; Colosenses 3:12-14).
4. UNA VISIÓN DISTORSIONADA DE QUIÉN ES DIOS
La mentira
La Biblia dice que Dios es nuestro Padre y, lamentablemente, nuestras mentes finitas imprimen en Él todo lo que han sido nuestros padres terrenales. Arriba subrayé que el hecho que el matrimonio sea una relación entre Cristo y la iglesia es un detalle importante. Cuando viví el abandono de mi padre, inmediatamente quedé convencida de que Cristo también podría abandonarme. No quiero hablar mal de mi papá porque él ya se fue con el Señor y a Dios le agrada que yo lo honre (Éxodo 20:12; Efesios 6:2), pero en resumen podría decir que sus falencias me hicieron creer que Dios quiere hacerme daño y no es capaz de suplir mis necesidades.
La verdad
Me ha costado y me sigue costando aprender que Dios no es un ser humano imperfecto como mis padres (Números 23:19). Su Palabra no pasará y Sus promesas son verdaderas (Isaías 40:8; Mateo 24:35; 1 Pedro 1:25). Él no cambia ni puede dejar de ser quien es (Malaquías 3:6; Tito 1:2). Y como ya vimos en los puntos anteriores, Él nos ama, no nos abandona y está pendiente de todo lo que necesitamos (1 Pedro 5:7). ¡Gloria a Dios porque Él no es como nosotros!
CONCLUSIÓN
Dios es bueno y el quebranto del divorcio que hemos tenido que pasar tiene un propósito perfecto en Sus planes (aunque no entendamos por el momento). Como dice Paul Maxwell, lo que nos pasó ha sido extremadamente doloroso, pero Dios conoce nuestro dolor y, en Su gracia, ese dolor no nos destruye, sino que nos hace más fuertes (Isaías 42:3-5). El apóstol Pablo nos recuerda que, en parte, la misión de quienes hemos sufrido es que podamos consolar a otros que también pasan por la misma aflicción (2 Corintios). Si eres hijo o hija de padres divorciados, mi oración es que Dios sane tu corazón a través de la verdad de Su Palabra y que puedas ayudar a levantar a otros muchos, lamentablemente, que experimentan el mismo quebranto.
Si tú has pasado por un divorcio y estás tratando de criar hijos que han sido marcados por la separación, recuérdales estas verdades continuamente. Creo que un error que a veces cometen los padres es tratar de «compensar» el dolor y ponerse de cierta manera en el lugar de «salvadores». Recordemos que nosotros vamos a fallar, una y mil veces, pero Dios no falla. Me encanta como lo explica Dennis Rainey: la misión de los padres y madres es ir desconectando los cablecitos que conectan a los hijos con papá y mamá, para que ellos al fin estén conectados solo con Dios. ¡Solo la verdadera verdad nos hace libres!