¿Por qué damos?
Una compañía farmacéutica preguntó a un millón de personas en el mundo qué les hace vivir al máximo, y DAR es, consistentemente, una de las tres primeras respuestas. Estos no deberíamos sorprendernos, puesto que nosotros, los humanos, estamos programados tanto biológica como espiritualmente para ser generosos.
Estudios afirman que obtenemos beneficios mentales y físicos reales al compartir con los demás. Ya lo dijo Jesús muchos años atrás: “Es mejor dar que recibir”.
Cultivar un espíritu generoso requiere que nos enfoquemos en Dios y en los demás.
¿Por qué damos?
- Damos porque el dar refleja el corazón de Dios. Dios mismo es el dador supremo. Debido a Su amor, Él envió a Su Hijo. Jesús prometió enviar al Espíritu Santo. Pero Dios no solo da lo espiritual, también suple todas nuestras necesidades. Dios se preocupa por nosotros, por cada necesidad, independientemente de lo que sea.
- Damos porque Dios lo posee todo de todos modos. Nos resulta fácil aceptar a Dios como nuestro Padre (el que nos provee), pero a veces olvidamos que Él también es el Rey. El salmista entendió esto claramente: «La tierra es del Señor y todo lo que contiene» (Sal. 24). Como sus mayordomos, cuidamos su creación. Eso incluye compartir los dones que Dios nos dio, con otros.
- Damos porque el dar nos produce gozo. Esto no es solo para el destinatario, sino también para el que lo entrega. De hecho, el que da regalos generalmente experimenta la mayor alegría. Existe una maravillosa conciencia de la propia generosidad de Dios hacia nosotros cuando somos generosos con los demás. ¡Y generalmente esto es contagioso!
- Damos porque las necesidades son reales. Santiago nos recuerda que la verdadera fe responde a las necesidades, especialmente las necesidades físicas, de quienes nos rodean. Una cosa es predicar el Evangelio, otra cosa es modelarlo a través de actos de compasión hacia los demás.
- Damos porque refuerza nuestra dependencia de Dios. Es fácil pensar que las cosas buenas que disfrutamos en la vida son el resultado de nuestro propio trabajo. Compartir con otros nos recuerda que es solo por la gracia de Dios que nuestras propias necesidades son suplidas. Dios nos bendice para que podamos ser canales de su amor y provisión para los demás.