En diciembre solemos pensar en lo que nos falta.

Faltan regalos bajo el árbol, faltan adornos en casa, falta tiempo, falta dinero…

Y a veces también hay carencias más profundas: la persona que ya no está, la familia que quisiéramos tener cerca, la paz que anhelamos recuperar.

Cuando David escribió: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”, no hablaba desde la abundancia, sino desde la certeza de que cuando Rohi, el Pastor eterno, está presente, la ausencia deja de gobernar el corazón.

En Belén, ese Pastor tomó forma humana.

El mismo que cuidaba a Su pueblo desde lo alto descendió para guiar nuestras vidas desde cerca.

Rohi se presenta como el Dios que protege y llena.

Así como la oveja —indefensa, torpe y desorientada— puede vivir tranquila si tiene un pastor que la cuida, tú y yo podemos descansar si hemos permitido a Jesús ser nuestro Rohi.

En esta Navidad, recordemos: quien nos guía es quien dio Su vida por nosotros.

Si tenemos al Pastor, ya no nos falta nada.

Porque Jesús, nuestro Rohi, es suficiente.