Cuando realizamos una misma acción durante cientos de días, a lo largo de varios años y de manera repetitiva, es fácil perder de vista su verdadero propósito. Esto puede sucedernos con la oración: una práctica que, con el tiempo, corre el riesgo de volverse mecánica y vacía. Hoy, desafíate a redescubrir el valor y la profundidad de la oración, renovando tu visión y compromiso con Dios. Que cada palabra sea un puente genuino hacia Su presencia.