Una Carta al Cielo
Bajo esta tibia tarde, quiero tomar el silencio entre mis manos, para que ningún ruido pueda perturbar mi mente y así abrir mi corazón, mi pensamiento y mi espíritu al cielo, a ti Señor.
Hoy necesito orar profundamente, por una persona muy especial, por un ser lleno de virtudes, pero que a veces no los ve; por un corazón noble y bondadoso, por un alma que hoy necesita de tu luz, de tu fuerza, de la fe que viene de ti, para salir adelante con su pesada mochila. Y aunque a veces se aleje por el cúmulo de pedazos rotos, necesita de ti, de tu arrullo, de tu comprensión, de tu buen consejo y de tu infinito amor.
Humildemente te pido Señor, una oportunidad más en su vida, para retomar todo lo que está suelto y que aún no toma su rumbo.
Un viento suave que difumine sus miedos y que, en vez de ellos, le traiga ráfagas de templanza para que la tranquilidad embriague su alma acongojada.
Que pueda encontrar la luz en ti, para que ilumine la confusión de su mente y le dé la claridad para tomar las mejores decisiones.
También te pido, que borre los dolores de su pasado, atenuando sus culpas y lanzando fuera todas sus recriminaciones, para que inicie así un nuevo viaje, mirando solamente hacia delante, pues para adelante se vive; para que no retroceda. Porque sólo ahí está su futuro.
Los remordimientos, lo que no se hizo, en lo que se equivocó, ya no sirve de nada; sólo tomarlos y colócalos en el sótano de su vida, para que duerman de una vez por todas eternamente y no atormenten más su convulsionado día a día.
En esta dulce tarde mi Dios amado, no te pido nada para mí, sólo te ruego por esta persona que tanto amo y que quiero volver a ver feliz, de poquito a poquito sana su corazón y permite que vuelva a encontrar en ti, el sentido y propósito de su vida.
Ya mi alma está feliz, necesitaba hablarte, convenciéndome de que lo que te he pedido, lo escucharás como una súplica de amor.
¡Gracias mi Dios!!