27 04, 2017

La “locura” de Noé (Galería de la Fe)

2019-09-09T00:13:49-05:0027 abril, 17|

Noé se toma un respiro del trabajo.  Sentado en una ancha viga de madera, endereza la espalda y estira sus adoloridos músculos mientras contempla la inmensa estructura de lo que será el arca.  Hay un fuerte olor a alquitrán en el aire y el sonido de las herramientas resuena por doquier. Desde donde está, Noé ve a su familia trabajando arduamente en el enorme armazón de madera.  Sus hijos, sus nueras y su amada esposa llevan décadas colaborando con él en esa construcción.  Ya han avanzado bastante, pero aún les queda mucho por hacer.

La gente dice que están locos.  Cuanto más terminada se ve el arca, más se ríen de que vaya a venir un diluvio que inunde la Tierra entera, como les está advirtiendo Noé.  La sola idea de que pueda ocurrir una catástrofe de tales dimensiones les parece absurda, un auténtico disparate. No entienden cómo puede alguien desperdiciar su vida —y la de su familia— en una tarea tan ridícula. Pero el Señor de Noé ve a este siervo suyo de manera muy diferente.

¡Qué difícil debía ser sacar adelante una familia en un mundo  tan espantoso! Pero Noé lo logró. Afortunadamente, encontró una buena esposa y, después de cumplir los 500 años, llegó a ser padre de tres hijos: Sem, Cam y Jafet.  Como buenos padres, se esforzaron por protegerlos de las malas influencias que los rodeaban. Los gigantes que habitaban en esa época tenían características que, por norma general, los niños admiran: eran hombres “poderosos” y “de fama”.  Noé y su esposa no podían evitar que sus hijos se enteraran de las barbaridades que cometían aquellos gigantes, pero sí podían hablarles sobre la atrayente personalidad de Dios, quien odia todo tipo de maldad.  Tenían que ayudarles a comprender que a Dios le dolía ver la violencia y la rebelión que plagaban el planeta.

En efecto, su fe contrastaba con la gran maldad de la gente. Y fue precisamente por su fe por lo que él y su familia se salvaron. Seguir su ejemplo también puede significar grandes bendiciones para nosotros y nuestros seres queridos. Noé, un hombre de Dios cuyo nombre está enmarcado en la Galería de la Fe.

MDC/ag

30 03, 2017

Aquel que clama en el desierto (Galería de la fe)

2019-09-09T00:13:54-05:0030 marzo, 17|

Hoy avanzamos en nuestro momento en la Galería de la Fe y nos encontramos con la figura de Elías. Como muchos otros profetas, Elías no buscó ser mensajero de Dios.  En vez de ello, Dios lo escogió a él para el trabajo. Una vez fue llamado, Elías no vaciló en aceptar su misión, aunque parecía que su vida sería amenazada por el perverso rey. Elías fue enviado una vez a la ciudad capital de Samaria para dar el anuncio al rey Acab. Luego, Dios envió a Elías a esconderse a medida que la sequía se manifestaba, se secaban las fuentes de agua y se perdían las cosechas de la nación (1 Reyes 17:7-15; 1 Reyes 18:1).

Los profetas de Baal fueron humillados cuando no pudieron invocar a sus dioses paganos para terminar con la sequía y traer la tan necesaria lluvia sobre la tierra.  El rey Acab y sus oficiales estaban furiosos con Elías, pensando que él era la causa de tanto sufrimiento en Israel, y enviaron a capturarlo a tierras extranjeras (1 Reyes 18:10).

El milagro público más grande de Elías se dio en medio de un concurso con 450 profetas de Baal y los 400 profetas de Asera en el Monte Carmelo.  Elías invitó a todos estos falsos profetas y a todo Israel para una demostración que probaría que Baal no tenía ningún poder frente al Dios de Israel.  El resultado demostraría quién servía al Dios verdadero (1 Reyes 18:19-40).

Elías es considerado uno de los profetas más importantes del Antiguo Testamento.  Él llevó a cabo fielmente la misión de Dios a pesar de enfrentar el peligro y las dificultades. Él era la voz singular de “alguien que clama en el desierto” para reprender el pecado en la tierra y descubrir a los falsos profetas y a la falsa religión de su época, un hombre apasionado por Dios y por el servicio a los demás.

MDC/ag

23 03, 2017

El hombre con dos nombres (Galería de la fe)

2019-09-09T00:13:55-05:0023 marzo, 17|

En este momento estamos frente al retrato de un hombre cuyo carácter puede estar dividido. De hecho, tiene dos nombres. Al comienzo se muestra el carácter decidido, impulsivo y presto a la acción de Simón, aquel está dispuesto a dejar su casa y su trabajo para seguir a Jesús, el Maestro itinerante.

Al final de la historia de la pasión de Cristo, Pedro está dispuesto a hacer prevalecer sus razones, incluso con la fuerza. Su impulsividad permanece, como cuando corta la oreja del siervo del centurión. Y sus miedos no lo abandonan después de su transformación, lo que lo hizo objeto de la crítica de Pablo, que lo llamó “hipócrita”.

Pedro es, al mismo tiempo, ingenuo y temeroso, así como honesto, hasta llegar al arrepentimiento más sincero. Es apasionado, perceptivo, con un alto sentido de justicia, según sus esquemas, orgulloso y humilde a la vez.

Podríamos decir que siempre hubo polos marcados en la personalidad de Pedro: expresa gran fe y al instante ha sucumbido ante la duda. Una de las cosas que más nos enamora de la Biblia es la sinceridad con la que se manifiestan los testimonios de vida.  Nos muestra tal como somos, humanos, sin idealizarnos.

Por otro lado, cuando Pedro prometió dar su vida por Cristo, no mintió. Ustedes me dirán: «Pero si el tal Pedro negó tres veces a Jesús, ¿cómo va a estar en la Galería de la Fe?» Sí, es verdad, pero creo que no mintió, porque cuando Pedro respondió a Jesús, lo hizo desde lo que veía como su intención y su ideal. Tampoco creo que fue orgulloso, porque pienso que conocía sus limitaciones y su propia humanidad, pero respondió desde su comprensión de lo que debería ser.

La fecha más probable de su muerte es el año 67. Según la tradición, murió martirizado bajo el mandato de Nerón en el Circo Romano, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio, donde a principios del siglo IV, el emperador Constantino mandó construir una gran basílica.

Así como muchos de nosotros, la fe de Pedro fue creciendo y consolidándose. Pasó de la impulsiva insensatez a una fe a toda prueba. Y Pedro era humano. Y el Señor lo amó. Y Pedro sirvió al Maestro, a pesar de su humana debilidad.

MDC/ag

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