Controladores por excelencia

2019-11-11T09:33:22-05:0015 agosto, 18|

En la vida la mayoría de personas nos manejamos por horarios, para acostarnos, para levantarnos, para comer, muchos incluso manejan una agenda o cuaderno de apuntes, con la finalidad de que nada quede fuera, y sacarle el mayor provecho a las horas de día.

Desde que nacemos nuestros padres nos inculcan un horario, los primeros años o meses del bebé pueden resultar caóticos, pues los papás ya tienen un horario definido y regular esto en el nuevo miembro de la familia es difícil. En la escuela empezamos a tener horarios de las materias que vamos a tener cada día de modo que estemos al día con las tareas y presentarlas según nos toque en el horario.

Muchos desde edad temprana empezamos a tener objetivos y aspiraciones, empezamos a trazar un plan de vida en función de alcanzar todas las metas propuestas. Algunos se demoran un poco más en fijarse metas a largo plazo y empiezan por metas pequeñas y viven el día a día. Algunas personas se apegan tanto al plan que cuando las cosas no resultan como ellos esperaban entran en crisis. Y esta crisis puede llegar a desestabilizarlos tanto que pueden durar en ese estado mucho tiempo.

Cuando salí del colegio me había planteado una carrera, salía apliqué y cuando empecé a cursar me di cuenta que no era lo mío, no supe qué hacer porque no me había planteado un plan B. En ese momento de crisis decidí descansar, pensar y evaluar mis opciones, confié en Dios aunque me era difícil, y poco a poco las cosas se fueron acomodando.

Reflexionando con unos amigos sobre las crisis, llegamos a la conclusión de que casi siempre ocurren porque todos de algún modo u otro somos controladores, no nos gusta que las cosas se nos vayan de las manos, cuando eso sucede nos frustramos y ahí es donde la crisis se hace presente, aunque nadie las desea son necesarias. Es ahí donde nos damos cuenta donde ha estado nuestro corazón, y si en el centro de él ha estado Dios o si nosotros nos hemos vuelto unos pequeños dioses en nuestra vida, donde tenemos el poder de hacer y deshacer cuanto deseemos.

Cuando hay crisis nos frustramos pero entendemos que somos humanos, y que no importa cuanto lo intentemos, no podemos controlar todo. Los momentos de crisis son necesarios, nos ayudan a crecer y a reparar que el tiempo de este mundo no es el tiempo de Dios y que los pensamientos y deseos nuestros están sujetos a la voluntad y soberanía de Dios.