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16 08, 2018

Para mi amig@ de la infancia:

2018-08-16T15:29:30-05:0016 agosto, 18|

Has sido parte de mi vida durante tanto tiempo como puedo recordar. Eres parte de cada hermoso recuerdo de mi infancia. Cuando comíamos helado, pasábamos un agradable rato jugando en el parque, compartíamos lo hermoso de nuestro primer amor platónico.

Hemos estado juntos durante etapas difíciles, y sujetaste mi mano cuando las cosas iban mal, te reíste de cada chiste y broma que compartimos, y aún lo haces.

Eres parte importante de mi vida; hemos estado en tantas reuniones familiares que ya somos un miembro más en la familia del otro. A pesar de que en algún momento de nuestras vidas el destino y las circunstancias se encargaron de separarnos, nuestra amistad nunca se debilitó.

Eres la única persona con la que puedo pasar semanas, e incluso meses sin vernos, y al encontrarnos de nuevo es como si nada hubiera cambiado. Podemos sentarnos disfrutando del silencio, apreciando sólo la compañía. También podemos hablar durante horas sin dejar que el mundo exterior interrumpa nuestra conversación. Podemos pelear y dos segundos más tarde olvidarlo todo.

Nuestra amistad no es perfecta: a veces no hemos estado de acuerdo. Puede que no tengamos la misma visión del mundo, quizá no compartimos la misma fe y no hablemos sobre política, pero no importa qué argumentos, retos, opiniones o problemas distintos tengamos, nosotros siempre hemos resuelto cualquier conflicto y nuestra amistad se ha hecho más fuerte.

Abres mis ojos y me das consejos sobre mis errores. Tú me haces ser una mejor persona. Me has visto llorar desconsoladamente y me has visto reír fuerte. Pero lo más importante es que has visto todo y aun así me aceptas como soy.

Gracias por tantos maravillosos años de amistad. He disfrutado cada día desde que nos conocemos. Disfruto cada foto y conversación que hemos tenido. Gracias porque siempre has estado a mi lado. Soy muy afortunada de poder decir que te tengo cerca.

No importa hasta donde nos conduzca la vida, siempre llevaré en mis pensamientos todos los momentos compartidos y siempre te llevaré en mi corazón.

Con amor, quien te conoce desde… que éramos niñ@s.

Tomado y adaptado de: Okchic@s

29 05, 2018

AMAR Y PERDONAR… COSA FACIL PARA LOS NIÑOS, TAREA ARDUA PARA NOSOTROS

2018-05-29T08:45:27-05:0029 mayo, 18|

 

Una muñeca rota, un avión no compartido, una mueca de desagrado o una palabra de rechazo, no bastaba para dejar de amar, para guardar rencor en el corazón y no perdonar jamás. La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir.

Por más memoria que entretejí no recuerdo haber albergado odio alguno en mi niñez; tal vez temor, pero odio nunca. Las riñas, las palabras hirientes, las malas caras entre hermanas, primos, amigos o compañeros contemporáneos, pasaban en cuestión de minutos y seguíamos con la magia de conquistar la vida entre juegos y aventuras. La lealtad fluctuaba por la conveniencia de la querella pero a la final todos disfrutábamos de la cercanía del otro, sin hacernos verdadero daño.

¡Qué tiempos aquellos donde la infancia era la bandera para amar y perdonar! Ahora que hemos dejado de ser niños el desafío de ser como ellos nos queda grande. Jesús en libro de Mateo menciona que el reino de los cielos es de quienes son como los niños. Y es que los niños en su temprana edad y en su inocencia natural, no conocen los vicios y pecados que nosotros los adultos ya albergamos dentro.

Entre más crecemos, más complejo nos es amar y perdonar. El mundo nos va amoldando y alejando de ese estado de bendición en el que Dios nos guardaba cuando éramos niños; y a manera de protección o por puro orgullo edificamos fortalezas erróneas que son impedimento para poder perdonar y amar a alguien, sobre todo a alguien que no lo merece, según nuestro juicio.

Perdonar y Amar a quien nos ha herido, a quién ha levantado mentiras contra nosotros, a quien nos ha causado un gran daño, o a quien nos ha jurado cuidarnos, amarnos bajo pacto… y no lo ha hecho…, es complejo; pero no imposible. Tal vez no podamos lograrlo con la facilidad que perdona y vuelve amar un niño; pero con ayuda del Espíritu Santo que mora en nosotros el dolor desaparece y nos da la certeza de que el verdadero gozo radica en el nivel de intimidad, de cercanía que experimentemos con Jesús.

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