Bienaventurados los Pacificadores

2019-09-09T00:13:21-05:001 septiembre, 17|

La semana pasada fui a ver la película “Dunquerque”, dirigida por Christopher Nolan.  El director relata con excepcional maestría los eventos acontecidos durante el rescate de las tropas inglesas arrinconadas por el ejército alemán en este puerto de Francia.  Pasé sentada en el filo del asiento durante todo el filme.  La música era un personaje más, que delataba la tensión y el corazón acelerado de los protagonistas.  Observé con espanto cómo caían bombas sobre soldados que esperaban en la playa, sin protección alguna.  Se me escapó un grito cuando, en plena celebración por un avión enemigo derrotado, explotó un misil junto a la cabina.  Lloré de principio a fin, pensando en el dolor que trae una guerra, meditando en cómo es el corazón humano, examinándome a mí misma para darme cuenta de que no soy diferente.

La Biblia dice en Santiago 4: “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra”.  Si bien es cierto que no tengo la autoridad para declararle la guerra a Gran Bretaña, sin lugar a duda, he declarado la guerra a muchas personas en mis 38 años de vida.  Mi camino está marcado de contiendas con personas, amistades quebrantadas, guerras y conflictos.  Entonces elevé una oración desesperada: “Señor, ya no quiero ser así.  ¿Cómo puedo glorificarte en mi vida cuando soy una peleona?”  La respuesta llegó a través del libro “Pacificadores” de Ken Sande.

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Jesús comienza el Sermón del Monte con lo que conocemos como “Las Bienaventuranzas”.  Una de ellas expresa: “Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios”.  Los que procuran la paz, los pacificadores, serán llamados hijos de Dios.  No sé si te pasa lo mismo que a mí, pero yo miro a mi alrededor y veo la necesidad crucial de tener pacificadores en nuestras familias, en nuestras iglesias, en nuestra sociedad.  ¿Cómo puedo llegar a ser un pacificador?  Ken Sande propone los siguientes principios, tomados de la Biblia, para responder al conflicto:

  1. Glorificar a Dios. En lugar de enfocarnos en nosotros mismos, nuestra ofensa, nuestra indignación, pensemos en qué es lo que más glorifica a Dios.  ¿Se complace Dios de amistades, familias, iglesias divididas?  ¿Eso le hace bien a Su nombre?
  2. Sacar la viga de nuestro propio ojo. Mi mamá siempre nos castigaba a mi hermano y a mí cuando peleábamos y nos decía: “Para pelear, se necesitan dos”.  Lamentablemente, en el 99.99% de los casos, no somos inocentes palomitas en el conflicto.  También hemos tenido nuestra parte.  Debemos asumir nuestra responsabilidad y pedir perdón, antes de confrontar al otro con su ofensa.
  3. Restaurar humildemente. Si la falta no se puede pasar por alto, seguimos el proceso delineado por Jesús en Mateo 18:15-18.  Primero conversamos en privado.  Si no hay resultados, involucramos a otras personas en el proceso.  Es importante no llamar a otras personas sin conocimiento de la otra parte del conflicto y no buscar que los otros estén de nuestro lado.  Recuerda que la meta es buscar una reconciliación, no tener la razón.
  4. Ir y reconciliarnos. Debemos buscar un acercamiento genuino, así como Dios lo hace con nosotros después de que pecamos.  ¿Te has dado cuenta de que, cuando caes y Dios te perdona, tu relación con Él es más cercana?  Lo mismo debería suceder en nuestras relaciones con otros.  Jesús nos manda a perdonar setenta veces siete y la indicación en Efesios 4:32 y Colosenses 3:13 es perdonarnos unos a otros como Dios nos ha perdonado en Cristo.  Toma muy en serio las palabras de Jesús en Mateo 18:23-35.  Se me eriza la piel lo que dice el Señor en el último versículo: “Así también Mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano”.  ¡De corazón!  ¡De corazón!  ¡DE CORAZÓN!

Quisiera poder decirte que domino el tema y que soy una experta en reconciliación, pero recién estoy aprendiendo y clamando al Señor que me permita ser una pacificadora bienaventurada.  Me encanta cómo Sande recalca que la resolución de conflictos es un proceso sobrenatural, que no podemos hacerlo sin la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.  Oro para que el Señor nos convierta en pacificadores y que Su nombre sea glorificado en el cielo y en la tierra, cuando el mundo que nos observa pueda ver que en verdad nos amamos unos a otros como Él nos ama (Juan 13:34-35).

Si deseas más información sobre cómo ser un pacificador, te recomiendo visitar el sitio web de Peacemaker Ministries: http://peacemaker.net/espanol/

Maria del Carmen Atiaga

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[1] Ken Sande, Pacificadores.  Ediciones Las Américas, 2008.