La semana pasada fui a ver la película “Dunquerque”, dirigida por Christopher Nolan. El director relata con excepcional maestría los eventos acontecidos durante el rescate de las tropas inglesas arrinconadas por el ejército alemán en este puerto de Francia. Pasé sentada en el filo del asiento durante todo el filme. La música era un personaje más, que delataba la tensión y el corazón acelerado de los protagonistas. Observé con espanto cómo caían bombas sobre soldados que esperaban en la playa, sin protección alguna. Se me escapó un grito cuando, en plena celebración por un avión enemigo derrotado, explotó un misil junto a la cabina. Lloré de principio a fin, pensando en el dolor que trae una guerra, meditando en cómo es el corazón humano, examinándome a mí misma para darme cuenta de que no soy diferente.
La Biblia dice en Santiago 4: “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra”. Si bien es cierto que no tengo la autoridad para declararle la guerra a Gran Bretaña, sin lugar a duda, he declarado la guerra a muchas personas en mis 38 años de vida. Mi camino está marcado de contiendas con personas, amistades quebrantadas, guerras y conflictos. Entonces elevé una oración desesperada: “Señor, ya no quiero ser así. ¿Cómo puedo glorificarte en mi vida cuando soy una peleona?” La respuesta llegó a través del libro “Pacificadores” de Ken Sande. Jesús comienza el Sermón del Monte con lo que conocemos como “Las Bienaventuranzas”. Una de ellas expresa: “Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios”. Los que procuran la paz, los pacificadores, serán llamados hijos de Dios. No sé si te pasa lo mismo que a mí, pero yo miro a mi alrededor y veo la necesidad crucial de tener pacificadores en nuestras familias, en nuestras iglesias, en nuestra sociedad. ¿Cómo puedo llegar a ser un pacificador? Ken Sande propone los siguientes principios, tomados de la Biblia, para responder al conflicto: Quisiera poder decirte que domino el tema y que soy una experta en reconciliación, pero recién estoy aprendiendo y clamando al Señor que me permita ser una pacificadora bienaventurada. Me encanta cómo Sande recalca que la resolución de conflictos es un proceso sobrenatural, que no podemos hacerlo sin la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Oro para que el Señor nos convierta en pacificadores y que Su nombre sea glorificado en el cielo y en la tierra, cuando el mundo que nos observa pueda ver que en verdad nos amamos unos a otros como Él nos ama (Juan 13:34-35). Si deseas más información sobre cómo ser un pacificador, te recomiendo visitar el sitio web de Peacemaker Ministries: http://peacemaker.net/espanol/ Maria del Carmen Atiaga [1] Ken Sande, Pacificadores. Ediciones Las Américas, 2008.