Paralíticos frente a Jesús
Hace poco estaba leyendo la Biblia y en Mateo 9 me topé con la historia «Jesús sana al paralítico». Debo reconocer que cada vez que la leo me impacta. El imaginarme a aquel paralítico siendo transportado en su lecho con esfuerzo por unas personas, quienes se abrieron paso entre la multitud y terminaron poniéndolo frente al Maestro. Jesús al verlo le perdona los pecados y lo sana.
Al meditar en el paralítico, en su situación, no puedo evitar pensar que muchas veces nosotros nos encontramos como él, quizás no privados de ejecutar alguna acción física pero sí estáticos frente a la vida, frente a decisiones o frente a circunstancias. Cuando estamos imposibilitados de avanzar por nuestro temores, la baja autoestima, el dolor o la depresión y no sabemos qué hacer o quizás sí pero sin el valor de hacer lo que debemos y continuar.
Al igual que el paralítico necesitamos de otros para desplazarnos, movilizarnos. Necesitamos de una comunidad, estar rodeados de personas que nos alienten, que nos ayuden a dar pasos, que nos den movilidad por medio de sus oraciones, de sus consejos, de sus brazos abiertos y de sus oídos dispuestos. Esa gente que nos quiere, nos aprecia y nos valora, es la que impresiona al mundo. Un mundo lleno de individualismo es puesto de cabeza cuando alguien le demuestra que pensar en los otros e incluso poner sus necesidades sobre las propias vale la pena.
Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.
(Juan 13: 24-35) (NVI)
El tercer punto para mediar y el más importante de esta historia es la presencia de Jesús. Quien perdona los pecados del paralítico y lo sana. No importa lo imposibilitados que estemos, si es la voluntad del Maestro seremos sanados. No importa cuan pecadores y poco merecedores de un milagro nos creamos su gracia y su voluntad están por encima de nuestro entendimiento. Siempre podremos acercarnos a Jesús.
Porque mis pensamientos no son los de ustedes,
ni sus caminos son los míos
—afirma el Señor—.
Mis caminos y mis pensamientos
son más altos que los de ustedes;
¡más altos que los cielos sobre la tierra!(Isaías 55: 8-9) (NVI)