¿Alguna vez se ha preguntado por qué la gente hace lo que hace?
¿Por qué Nik Wallenda cruzó las Cataratas del Niágara en la cuerda floja? ¿Por qué sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay escalaron el monte Everest?
Es posible que nunca sepamos qué es lo que realmente impulsa a una persona a hacer lo que hace (y, a veces, es posible que nosotros mismos no seamos plenamente conscientes de lo que nos impulsa). Tengo la intuición de que con frecuencia nos conducen pasiones mixtas, algunas de las cuales son sanas y buenas, otras pueden tener una intención menos pura.
Pensando en el Apóstol Pablo es indudable que era un hombre apasionado. Experimentó encarcelamiento, naufragios, golpizas, agotamiento, hambre y falta de vivienda. ¿Pero por qué lo hizo? ¿Por qué Pablo aceptó la vida terrenal como pasajera, siempre en movimiento, siempre dependiente de los demás? Porque tenía pasión.
No muchos de nosotros sufriremos las molestias físicas, y tribulaciones como lo hizo Pablo. Pero aún así, podemos aprender a ser interdependientes unos de otros como Pablo fue con los primeros creyentes. Francamente, no quiero pasar por ese tipo de aventuras que experimento Pablo, pero quiero – y necesito – caminar con el pueblo de Dios en el proceso de una transformación espiritual y de conocer más a Dios. Nuestra fe se muestra y se vive mejor en comunidad cuando aprendemos unos de otros, nos animamos unos a otros y, a veces, nos desafiamos unos a otros.
Por eso la gracia es tan importante. No solo dependemos de la gracia de Dios para reconciliarnos con Él, también necesitamos ofrecer (y recibir) gracia unos a otros. Como lo dijo Pablo, “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” (Efesios 4:32). La gracia lo cambia todo. Cambia nuestra relación con Dios. Cambia nuestras relaciones entre nosotros. Transforma nuestro ser interior para que reflejemos la bondad de Dios (también conocido como el «fruto del Espíritu»). Nos une para ser partes del cuerpo de Cristo.
Sin duda la gracia tiene un efecto inconmensurable en todo aquel que es seguidor de Cristo. Enloquecerá a los psicólogos porque la obra de Dios en cada uno de nosotros es única. Pero el resultado es el mismo: madurez en la fe, crecimiento en el carácter y pasión por las cosas invisibles del Reino de Dios.
Y es por eso que hacemos lo que hacemos: porque la gracia de Dios está obrando una pasión fuerte dentro de nosotros.