Pensamientos de cambio
“No eres lo que piensas que eres, lo que piensas, eso eres”. Esta frase me hace un clic espontáneo con aquella expresada por el rey Salomón: “cuales son sus pensamientos íntimos, tal es él”.
Lo que se cultiva en el pensamiento afecta en forma determinante nuestras emociones, cuerpo, mente y espíritu. En este sentido, la llave evidente que estimula el pensamiento en quienes decidimos creer en Dios es Su Palabra revelada en la Biblia y el Espíritu Santo.
El pensamiento es el motor que mueve nuestras emociones y decisiones. San Pablo enseña que la transformación, al final, tiene incidencia integral en la vida de cada persona, pero que empieza en nuestro nivel de pensamiento. El corolario de esta idea se resume así:
No vivan según el modelo de este mundo. Mejor dejen que Dios transforme su vida con una nueva manera de pensar. Así podrán entender y aceptar lo que Dios quiere y también lo que es bueno, perfecto y agradable a él. Romanos 12:2.
La mejor predisposición al cambio resulta de un pensamiento sencillo, profundo y liberador. Sean inocentes como niños, pero no piensen como niños. Piensen como personas maduras. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo, dice Pablo. 1Cor. 14:20; 2Cor. 10:5
Dios está a la espera de que nuestros pensamientos sean receptáculos y fuentes de reservorio donde se depositen y fluyan ríos de amor, justicia, obediencia y hábitos de acciones constructivas. Si te vuelves a mí yo calmaré tu dolor y podrás de nuevo servirme, le dijo Dios a Jeremías.
Sin embargo, ningún cambio sucede de la noche a la mañana, sino que es el fruto de un proceso continuo. No obstante, cualquier estancamiento implicaría un retroceso y, por consiguiente, deterioro en el crecimiento personal.
Cambiar por cambiar, sin un propósito definido, tampoco lleva un puerto seguro.
Por lo tanto, es preciso evaluar la situación actual en la que uno se encuentra. Estar conciente de las circunstancias, costumbres y hábitos presentes proveen un camino iluminado a la hora de tomar decisiones y acciones hacia dicho cambio.
Cambiar nuestra forma de pensar implica también exponerse a una serie de resistencias. Desde los hábitos personales hasta la oposición de personas en el entorno generan tensión a la hora de hacer cambios, pero una vez concebida con claridad la visión de cambio la acción no debe detenerse, pues muchas buenas ideas han sido abortadas mayoritariamente por la espera.
En la dinámica y desarrollo de un pensamiento hacia el cambio hay una constante, que dice que todo cambia, así que el cambio no es una opción sino una realidad y una verdad. Nosotros decidimos en qué dirección cambiamos, porque: cambiamos hacia el desarrollo que vale la pena, o cambiamos hacia el retroceso. Si te convirtieres, si entresacares lo precioso de lo vil Yo te restauraré y delante de mi estarás, dice el Señor.