Los primeros poemas que escribí fueron cuando tenía aproximadamente siete años, tal vez era muy pequeño para entender la estética gramatical, la distribución de acentos o los renglones que deben cumplir los poemas, de hecho para serte más sincero tampoco lo entiendo muy bien ahora, considero que la poesía es el arte de rellenar las hojas con letras que no necesariamente contengan ritmo o sentido, pues cada vez que empiezo a escribir me siento como aquel artista abstracto, que encuentra la exquisitez de su obra de arte en el desorden de la misma.
Vale la pena señalar que en mi entorno familiar tengo la dicha de encontrarme con poetas y locos. Quizá mis venas estén cargadas de arte e imaginación. Cuentan que mi abuelo tenía un talento para crear historias y quienes lo escuchaban se quedaban maravillados. Por consecuente mi madre heredó dicha creatividad, seguido de mi hermana y por último, su fiel servidor, quien escribe estas líneas.
En fin sea lo que sea, como resultado de aquella casta de artistas tuve la dicha de haber escrito poemas desde muy corta edad y aún conservo uno de los primeros que entregué en las manos de mi progenitora:
“No es fácil para un hijo expresarle
Los más lindos versos a su madre.
Pero conmigo es diferente,
Y con facilidad le expreso lo que mi corazón siente…” (Chispito, 2000)
¿Qué es lo que motiva a un hijo escribirle versos a su madre? Tal vez mis manos querían expresar lo que mis labios callaban. Muchas veces debido al trajín diario, preocupaciones y trabajo se nos olvida que nuestra madre está ahí, dispuesta a dar su vida por quien tuvo la incomodidad de llevar en el vientre durante nueve meses.
A pesar de que en ocasiones nos puede fallar, por lo general tomamos tan a la ligera la labor que realiza y en algunos casos es necesario pararse frente a un ataúd frío a expresar todo lo que de frente no se pudo. Como dice el viejo refrán: no siempre lo urgente es lo importante.
Si un niño de siete años pudo comprender el valor de su madre y lo demostró en una hoja de cuaderno (con una letra chueca). No dudemos de alguien que se considere viejo y que aún tenga la dicha de tenerla viva, pues aún posee esa capacidad de sorprenderla con algún detalle.
El primer poema que hice fue a mi madre cuando era niño y como tal no me importó si el mismo llevaba una composición perfecta, solo se desbocó desde lo que llamamos corazón, pasando por las venas creativas y dando como resultado un niño agradecido, dispuesto a cautivar y agradecer a quién hace escasos años lo llevaba en sus entrañas
Tal vez no seas bueno con la poesía pero consideras que un dibujo estaría bien, perfecto, no importa el precio ni el tamaño de la sorpresa, lo importante es que sepas honrar la vida de la mujer que Dios escogió como tu madre.
Por mi parte, a pesar de los años que han pasado puedo sentir ese cosquilleo que se produce en mis manos, generado por la inconfundible mezcla de agradecimiento y amor que nace en lo más recóndito de mi ser puliendo un nuevo verso para ella. Y después de verla llorar mientras lee mis letras sé que vale la pena seguir expresando lo que mi corazón siente.