Mi esposa y yo hemos plantado un pequeño jardín detrás de nuestra casa. Durante nuestros veranos canadienses, mientras disfrutamos de largos y cálidos días, vemos felices ese jardín vivo y visitado por colibríes, mariposas y abejas. Esas son las criaturas de Dios! Nosotros no hacemos nada para cuidarlas, Él lo hace todo y nos permite tener un asiento preferencial en el gran teatro de la naturaleza en la que imprime su amoroso cuidado. A veces me pregunto qué maravillas Adán y Eva debieron haber visto cuando sirvieron como cuidadores del Jardín original plantado por Dios mismo.
El jardín en el patio de nuestra casa, no es nada comparado con el gran Jardín de Dios, pero nuestro papel en la creación no ha cambiado. Así como Adán y Eva, tenemos la responsabilidad de ser guardianes o mayordomos de los recursos que Dios nos ha dado.
El dinero es uno de los recursos más obvios que debemos administrar. Para ser buenos administradores debemos primero estar convencidos que Dios nos extiende el mismo amor y cuidado que disfrutan las criaturas de su hermoso jardín, independientemente de cuánto podamos (o no) tener. Una vez que entendemos que el dinero es un regalo de Dios, será más fácil usarlo para Él. Esto afectará cómo proveemos para nuestra familia, apoyamos a la iglesia y compartimos con aquellos en necesidad. Su amor puede ser evidenciado a través de la manera en que administramos el dinero.
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? (Mat 6:26 LBA)