¿Te acuerdas de tu época de adolescencia? ¿Te acuerdas lo que deseabas con más intensidad en esa época? Aunque las tendencias han cambiado, la tecnología ha mejorado de manera impresionante, y las redes sociales se han apoderado de nuestra manera de comunicarnos; hay algo que no ha variado y es lo que todos los adolescentes anhelan con su corazón. Lo que nosotros en nuestra etapa de adolescentes ansiábamos, nuestros hijos adolescentes también lo desean.
Los especialistas, como el Dr. James Dobson, escritor de libros como “El Crecimiento Espiritual de los Adolescentes” señalan que nuestros hijos en su edad más difícil piden silenciosamente la atención y amor de nosotros, sus padres; y de manera bastante notoria, la aceptación por parte de sus amigos.
Y estas palabras: atención, amor y aceptación; no solo que lo desean, sino que es necesario brindarles para su saludable crecimiento como seres integrales (alma – emociones, físico – cuerpo, y espíritu). Claro que para lograr llenar su corazón hay que hacer un trabajo intencional y estratégico de conocer más a nuestros hijos, sus gustos, sus sueños, sus temores, e involucrarnos en todo su mundo. Así lograremos afirmar, de paso, aquellos principios de vida extendidos durante toda su infancia.
Para Mayte, una muchachita de 15 años es dulce sentir los abrazos que le dan sus padres; pero no solo eso, sino también las palabras y gestos que le demuestran cuanto la aman.
Sofía, de 14 años, se sabe amada cuando su padre se toma tiempo para acompañarla a sus presentaciones de cualquier índole en el colegio; y sobre todo cuando él, pese al cansancio, abre espacio en las noches para escucharle tocar el violín.
Estas dos jovencitas me recuerdan mis años de adolescencia cuando mis ojos se llenaban de luz y mi corazón de amor, al ver a mis padres sentados en primera fila, apoyándome y respaldándome en mis locuras e intentos por marcar el mundo con aquellos dones entregados por Dios.
Definitivamente, no ha cambiado. Nuestros adolescentes necesitan lo que nosotros también anhelamos cuando teníamos su edad: el abrazo de papá y mamá, el encuentro diario de amor en el seno del hogar que los levante y los motive a luchar contra el mundo, haciendo historia que valga la pena.