Reto de 10 días sobre el perdón.
El barco Khian Sea zarpó desde Filadelfia en 1986 con más de 14.000 toneladas de cenizas tóxicas. Durante 14 meses viajó de puerto en puerto, pero nadie quiso recibir su carga. Todos sabían que esa carga era peligrosa y preferían mantenerla lejos. Finalmente, después de años de evasivas, el capitán confesó que la había arrojado ilegalmente al mar.
Así también actúa la falta de perdón en nuestro corazón. Es como llevar toneladas de desechos tóxicos y pretender que no se note, esperar que la gente me reciba y poder sostener relaciones fuertes, creyendo que nunca nadie sabrá que por dentro estoy amargado. Con el tiempo, quienes me rodean lo perciben —por mi rostro, mi tristeza o enojo— y se alejan, porque es difícil convivir con alguien que nunca sana sus heridas.
Por eso la Biblia nos advierte: “Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos” (Hebreos 12:15).
El perdón es la mejor solución a nuestra carga tóxica. Nos permite aligerarnos y abrir espacio para construir relaciones sanas.