Un joven rico, en la Biblia, se acercó a Jesús con una pregunta sincera: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?”.
Jesús le respondió que cumpliera los mandamientos, y él dijo que ya lo hacía. Entonces Jesús fue más profundo: “Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres.”
Este joven se fue muy triste, porque tenía muchas riquezas.
Jesús no buscaba vaciarle los bolsillos, lo que Él quería era mostrarle lo que gobernaba su corazón.
Porque cuando Dios nos invita a dar, no está enfocado en lo que entregamos, sino en lo que eso revela de nosotros.
A veces damos por obligación o por culpa, creyendo que Dios lo necesita. Pero el dar que agrada a Dios nace del gozo, del deseo de participar en su obra, de reflejar su amor, de ser parte de algo más grande que uno mismo.
Cada oportunidad de dar, ya sea tiempo, palabras, ayuda, oración o recursos, es una oportunidad para que Dios mire tu corazón.
El joven rico se fue triste, pero tú y yo podemos llenarnos de gozo, sabiendo que dar es una respuesta alegre a un Dios que ya nos lo dio todo.
 
								


