Amigo cristiano, seamos honestos.
No somos perfectos, pero nos gusta dar apariencia de que lo somos. No digo que esté mal tratar de ser mejor persona y «dar buen testimonio»; pero si hay algo que demuestra la vida de los personajes Bíblicos es que fueron personas imperfectas pero usadas por un Dios perfecto. Por eso sugiero como reflexión algunos puntos en los que no siempre somos honestos, pero deberíamos serlo. Aquí va la primera parte de 3:
1 – Soy pecador igual que los demás
Seamos honestos, muchas veces tratamos de aparentar ser entidades sobrenaturalmente perfectas que han trascendido lo banal del mundo y sus «carnalidades». Nos creemos tan santos que casi que no caminamos, sino flotamos.
La Biblia sin embargo es muy clara «Por cuanto TODOS pecaron…» (Rom 3:23). No hay asterisco, no hay nota al pie, no hay excepción en ésa frase. Todos somos pecadores. Nacimos en pecado y moriremos en pecado. Pero es solamente la presencia de Cristo en mi vida la que me aleja de ese pecado. No dejo de serlo, pero empiezo a parecerme más a Cristo quien no se entregó a su naturaleza humana.
Así que dejemos de pensar que soy mejor o más santo que los demás. Dejemos de juzgar a los demás.
2 – Hay cosas de Dios y la Biblia que no entiendo
Seamos honestos, puedes pasar toda la vida estudiando la Biblia y nunca tendrás respuesta para todo. Pero aún así muchos actuamos como que entendemos la Biblia mejor que los autores. Actuamos como que Dios se revela a nosotros más de lo que lo hizo con Moises o Elias. Es más, el pastor debería consultarnos a nosotros antes del mensaje, porque tenemos conocimiento divino como nadie más.
Pero esas mismas personas nunca han leído Deuternómio 29:29, donde explica que hay cosas que Dios no decidió revelar, hay cosas que no podemos saber. Amigos cristianos, no tiene nada de malo usar las palabras «No sé». A nadie le cae bien un sabelotodo, y si empezamos a admitir que somos humanos, incluso puede que la gente empiece a poner atención a lo que decimos.
3 – Usamos language extraño
Seamos honestos, usamos jerga y términos que no todos entienden fácilmente. Una frase como «¡Cúbrete con la sangre de Jesús!» o «¡Abre las puertas del cielo y derrama de Tu fuego en este lugar!» pintan imágenes extrañas y causan impresiones fuertes en la gente que no entiende.
Recuerda que hay un tiempo y un momento para cada cosa. Si tu amigo que no conoce del Evangelio te oye hablar de «Filisteos», «hijos pródigos» y «Jezabeles»; no van a tener idea de qué hablas. Y si tu vecino dice «Buenos días» y tú dices «amén» como lorito, estás usando palabras en vano, sin sentido, sin pensar. Cristo nos dijo que incluso seremos juzgados por cada palabra vana en el día del juicio (Mateo 12:36). Es simple, no eres más santo por responder «amén» y usar términos «cristianos», ni menos puro por no hacerlo.
¿Estás de acuerdo?
¿No lo estás?
Deja un comentario y continúa la conversación próximamente en la Parte 2.