No siempre es fácil obedecer. Me ha costado mucho y me sigue costando. Hay algunas cosas que he descubierto en mi lucha con la obediencia.
Me cuesta obedecer porque va en contra de mi lógica
Renunciar a un trabajo que da un buen ingreso y cambiarlo por otro en el que no ganamos tanto, va en contra de la lógica. Renunciar a un lugar donde tenemos todo lo que queríamos y en su lugar seguir la voz de Dios no tiene mucho sentido. Pero ahí Dios trabaja, recordándonos que nuestra lógica no es la suya, que él ve todo el panorama.
Me cuesta obedecer porque Dios trabaja en mi confianza, no en mi razonamiento
Cuando Dios me pide hacer algo que desafía mi lógica también se involucra con mi confianza. Perder el control de la situación y encomendárselo a Dios sin duda alguna es algo que nos cuesta, pero cada vez que doy un paso así veo que mi confianza en Él crece.
Me cuesta obedecer porque debo reconocer que es Dios quien debe gobernar mi vida.
Si me niego a escuchar a Dios, a confiar en él, entonces reconozco que yo soy el dios de mi vida y ahí debo rectificar, soltar, pedir perdón y quitarme del lugar que le corresponde a Dios.