CUANDO NO SIENTO A DIOS EN MI VIDA
La vida cristiana no es fácil. Está llena de puntos altos y puntos bajos. Hay momentos en que tenemos la plena seguridad del apoyo de Dios. Pero en otros momentos nos sentimos alejados de Él y parece que por más que intentamos no logramos sentir su presencia en nuestra vida. Esto no solo es difícil, sino sumamente real.
Pueden surgir muchos sentimientos encontrados en el corazón del creyente cuando estamos en un punto difícil. Preguntas como: ¿Realmente soy cristiano? ¿Dios me ha abandonado? ¿Hice algo mal?, y el sentimiento continuo de culpa puede ser desesperante porque sentimos que estamos en un pantano que nos traga sin ayuda de nadie.
Entonces, ¿qué puedo hacer?
Quiero decir que yo me he sentido así demasiadas veces. Si has sentido lo mismo quiero ofrecer 3 verdades que me han ayudado (y me siguen ayudando) cuando no siento a Dios en mi vida y 3 salmos de David que lo demuestran:
1 – Es Normal
Aunque en el momento no lo parece, estos puntos bajos son parte regular de la vida cristiana. No estoy diciendo que sea bueno, pero puede llenarnos de consuelo saber que no soy la única persona que se ha sentido así.
El rey David fue uno de los salmistas más prolíferos y un hombre que Dios describe como a ningún otro “un hombre conforme al corazón de Dios” (1 Sam 13:14). Pero aún así, David en los salmos forma algunas de las palabras más desgarradoras de abandono de parte de Dios:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo.” Salmo 22:1-2
El lector atento recordará que estas mismas palabras las cita Jesús en su mayor momento de angustia en la cruz. También podemos recordar a Elías, huyendo de Jezabel, y temblando de miedo en el desierto porque se siente abandonado por Dios (1 Re 19). Recordemos que esto sucede inmediatamente después de lo que parece ser el punto más alto en la vida de Elías, la derrota de los profetas de Baal.
Ejemplos como estos abundan en las escrituras, porque los seres humanos somos imperfectos y eso nos lleva a tener tanto picos, como valles, en nuestro caminar con Dios. Que sirva de consuelo, primero que todo, Dios no espera que nuestra vida cristiana sea perfecta y sin tropiezo. Él conoce que no podemos cumplir con la santidad que desea de nosotros. Aún cuando lo sentimos lejos, Él está allí, esperando que nos acerquemos nuevamente.
2 – No dura para siempre
El pueblo de Israel tuvo un tiempo de prueba muy fuerte al inicio de su salida de Egipto. Literalmente atravesaron el desierto. Por 40 años estuvieron en un punto bajo en su caminar con Dios, pero a pesar de que este tiempo pudiera sentirse como una eternidad, esto también llegó a su fin.
Nuevamente David expresa en un salmo este sentimiento en un hermoso poema:
Cantad alabanzas al Señor, vosotros sus santos, y alabad su santo nombre. Porque su ira es solo por un momento, pero su favor es por toda una vida; el llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría. Salmo 30:4-5
David atravesó momentos de riesgo en su vida constantemente, pero a pesar de tener grandes pruebas en su vida nunca se queda en la depresión de su luto. David reconoce que el momento de dificultad dura un momento, pero luego viene la alegría de la fidelidad de Dios. De la misma manera su hijo Salomón escribe en Eclesiastés 3 que hay tiempo para cada cosa: para llorar y para reír, para vivir y para morir… pero como dice el proverbio popular: “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.”
Nuestra dificultad llegará a su fin, en esta vida o la otra. Y lo que nos espera al final de este tiempo es mucho mejor. “el llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría”.
3 – No depende de mí salir de este valle
Quizás debí iniciar con este punto porque es el más importante. No podemos salir del valle/desierto/prueba por nuestras propias fuerzas. Si estamos esforzándonos y tratando por nuestra cuenta de mejorar, no vamos a tener éxito. Esto puede parecer contraintuitivo y suele ser lo más difícil de aceptar. No puedo salir simplemente esforzándome, sino que debo ceder completamente y depender de Dios.
¿Has escuchado de las arenas movedizas? Atravesar un tiempo de dificultad es como caer en arenas movedizas, entre más luchas y te esfuerzas por salir, más te traga y te hundes sin esperanza. Pero si caes allí necesitas hacer dos cosas: 1) dejar de luchar, para no hundirte más y 2) pedir ayuda a quien te pueda sacar de allí.
El ancla más firme que nos puede sacar de momentos como este es Dios. Como dice en Filipenses 2:13 ”porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.” Esto significa que, en contraste con nuestra naturaleza de pecado que nos lleva constantemente a hacer el mal, si queremos hacer el bien, solo Dios pone en nosotros esa nueva naturaleza para buscar lo bueno.
El famoso Salmo 23 nos da una hermosa imagen de esto, con la idea de atravesar un valle con peligro de muerte:
Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Salmo 23:4
David no dice “me esfuerzo y salgo del valle porque soy persistente”. David se compara con una oveja indefensa e inútil y la única manera en que la oveja sale del valle donde tiene asegurada la muerte es poniendo sus ojos en su pastor. La protección y el cuidado del pastor son lo único que inspiran confianza en la oveja para a atravesar el tiempo de mayor prueba.
La verdad es esta: No puedes salir de la dificultad por tu propia cuenta, entrégate completamente a Dios y él te sacará de allí.