A ti.
Creo en Dios, no en “uno” sino en Él.
Si supieras cuanto amor, bondad y misericordia me ha entregado, no dudarías ni un segundo en acercarte a él.
Si supieras todas las veces que me ha amado, cuidado y secado mis lágrimas. Ha cuidado de mi familia, y en los momentos más duros sostuvo mi mano.
Debo confesar también que no todo ha sido fácil, seguirlo es un reto, es nadar contra corriente, pero la recompensa es incomparable. Él me provee, me sustenta, me levanta.
Deberías palpar los milagros que nacen de su mano y corazón! Tantas cosas que la vida y la ciencia misma no son capaces de explicar; pero Él lo hizo, lo está haciendo y lo hará.
Todo es mejor desde que lo conocí, yo pierdo el control, pero Él jamás.
Me nace una alegría inexplicable en medio de cualquier circunstancia, cuando le hablo, me escucha! Jamás me ignora!
Cuando todos me culpan, Él me abraza, no me juzga, me ama.
Y por todo ese amor, vivo agradecida. Busco agradarle con mi vida.
Mis sueños cobran fuerza y aunque el camino se hace duro a veces, Él me ha demostrado que vale la pena. Murió por mí, me regaló vida eterna.
Sé que debe ser difícil creer en alguien a quien no ves; yo tampoco creía, hasta que me atreví, ¿no perdía nada verdad?
Y sabes, lo gané todo.
Aunque esta es mi historia, Él no es solo para mí, es para ti también.
No me creas, créele a Él y puedo darte mi palabra, de que pronto estarás escribiendo una carta como esta, para alguien más, que al igual que tú y yo, necesite atreverse…a creer en Él.