¿Será que le damos la bendición a alguien y luego le caemos a golpes? O ¿Será que abrazamos y besamos a alguien y al rato le gritamos y herimos en lo más profundo de su corazón? ¿Se puede hacer eso? Lamentablemente, lo hacemos. Todos hemos caído en este triste juego.
Lo primero que debemos hacer al pelear es tener claro que debemos hacerlo con santidad. Al pelear, lo estamos haciendo con un ser al que amamos no con un enemigo, así que no se trata de destruir a nadie, sino de zanjar una diferencia.