-Hablas como las personas grandes
-El principito logró avergonzarme. Pero despiadado, agregó:
-¡Confundes todo!… ¡Mezclas todo! (Saint-Expesure)
En las palabras más sencillas el autor de mi libro favorito “El Principito” explica las razones por las cuales dedicó su libro a los niños. Es muy sencillo: Ellos no le dan tantas vueltas a los asuntos. Prefieren ser directos con sus sueños y juegos.
Cuando eres niño la vida es más sencilla: el mundo es un lugar diseñado para jugar, cualquier objeto alargado y delgado es una espada, el supermercado se vuelve un lugar creado para jugar a las escondidas. Tu imaginación no se reduce a tus juguetes, cualquier cosa que esté en tu habitación es un potencial para formar un escenario. La cama puede llegar a ser: desde un campo de futbol hasta una montaña difícil de escalar. Pero un día alguien te enseña a “madurar” escondes tus juguetes ahí, arriba del armario junto a tu imaginación y niñez. El mundo está diseñado para decirte que dejes atrás tus fantasías inocentes y corras detrás de responsabilidades maduras. No estoy diciendo que sea necesariamente malo. Pero se vuelve una locura el hecho de cortar las alas de la imaginación y la creatividad en las personas.
¿Cuándo fue la última vez que jugaste con un niño? O ¿cuándo fue la última vez que te dijeron, ahora te toca contar a ti, para que segundos después salgas espavorido a buscar a los que se habían escondido? ¿Qué día dejaste de admirar al desfile de hormigas que cargaban en sus espaldas comida directo al hormiguero? Si ni siquiera lo recuerdas, déjame decirte que lograste ahogar a ese niño que era capaz de admirarse con los detalles más pequeños, pero asombrosos.
Superman, bombero, militar, futbolista. Son solo algunos de los oficios a los que me quería dedicar cuando creciera. Aún recuerdo la impaciencia que tenía por dejar de ser un niño, cuando veía la facilidad que tenía para tocar el techo. El momento en que mi papá me levantaba en sus hombros aumentaba mi desesperación por ser grande. Es que no sé quién es el encargado de adiestrarnos para dejar atrás esa ocurrencia y sencillez al momento de explicar el mundo.
Tal vez por eso Jesús dijo: “…El reino de los cielos es de quienes son como niños.” Lc 18:16. Aprendí a asombrarme por las pinceladas más pequeñas que Dios me obsequiaba. El detalle de abrir mis ojos y que sus misericordias sean nuevas, logra sonrojarme. El canto de las aves o el amor de mi familia, son instantes que logran hacerte feliz al momento de mantener vivo ese corazón de niño.
Aunque es importante recalcar la importancia de la responsabilidad y la madurez, tampoco creo que sea motivo para dejar a un lado: la imaginación, creatividad, la locura, el asombro por los detalles y la bendita capacidad de jugar.
Así que si me preguntas, entre risas y añoranzas podría decirte que de niño estaba equivocado. Pues no hubiera querido ser todo lo anterior. Si fuera capaz de regresar el tiempo, diría algo como: cuando sea grande quiero ser… un niño otra vez.