Hay algo que todos disfrutamos cuando somos parte de un grupo. En realidad, Dios nos ha creado como seres sociales. Necesitamos de los demás en nuestras vidas y a la vez ser parte de la vida de otras personas. Somos miembros de familias, adoradores en iglesias, jugadores o miembros de equipos, y vecinos en comunidades. Sin duda, amamos algunas de esas relaciones, aunque quisiéramos que otras fueran diferentes. Después de todo, usted puede escoger a su equipo, pero usted no puede escoger a su familia.

Sin embargo, debemos pensar que las relaciones representan una gran oportunidad para cumplir con la misión de Dios. El Evangelio es relacional, y, por tanto, se puede compartir de manera más eficaz a través de relaciones. Pedro alentó a sus lectores a hacerlo. (Siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.  1 Pedro3:15 LBA). Si nos detenemos a pensar en ello, esto implica que aquellos primeros creyentes deben haber tenido relaciones significativas con personas que aún no eran seguidores de Cristo.

Pero cuando llegaban a conocerlos, se daban cuenta que había algo atractivo en la vida de aquellos seguidores de Jesús: ¡esperanza!

Nuestra misión no es solucionar todos los problemas del mundo. De acuerdo con Hechos 1: 8, nuestro llamado es validar la realidad de cómo Cristo, en Su muerte y resurrección y nuestra fe en Él, ha cambiado lo que somos, y quiénes somos.

Si bien podemos predicar esto a los extraños, cuánto mejor vivirlo dentro de nuestra familia, iglesia, equipo y vecinos. Nos conocen mejor, ¿quiénes mejor que ellos para observar el poder del Evangelio en nuestras vidas?