En una reunión de oración cierto hombre oraba con gran fervor. El objeto de su plegaria era una familia que repentinamente había perdido al padre y esposo.
El hombre decía: «Dios mío, envía a alguien a esa familia en su desconsuelo para que esa persona la toque en Tu nombre».
De golpe el hombre se quedó callado. Sin decir nada se retiró del grupo. Antes de concluir la reunión, regresó. Al preguntársele por qué había concluido su oración tan repentinamente y se había retirado sin dar ninguna explicación, él respondió: «Mientras oraba que Dios tocara a aquella familia en su dolor, me pareció que Él me decía: “¡Tú eres Mi mano! ¡Ve tú y tócalos en Mi nombre!”»
Nuestra sociedad vive una necesidad espiritual y material que deben ser cubiertas. Ser solidario con aquellos que tienen aquellos vacíos es responsabilidad de cada ser humano. Sin embargo, creemos que solo el creyente en Jesús es la persona más adecuada para esta tarea.
La razón se debe al maestro que tenemos. Jesucristo es el modelo por excelencia para que un cristiano sea solidario. Jesucristo, trazó aquella línea solidaria con toda aquella persona que sufría las consecuencias de su separación con Dios.
El ejemplo de Jesús, nos permite hoy presentar los valores del reino de Dios a nuestros barrios y ciudades cuando tú y yo somos solidarios. El escritor español Juan Simarro Fernández, lo dice de la siguiente manera: Los valores cristianos son de acogida, dignificantes, solidarios y justos.
No subestimemos el reto. No tengamos miedo cuando de solidaridad se trate. Escuchemos a Dios y actuemos de inmediato.