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EL ROL DEL HOMBRE EN LA IGLESIA

EL ROL DEL HOMBRE EN LA IGLESIA

Este es un tema complicado de tratar ya que ha sido discutido de muchas formas y maneras a lo largo del tiempo, en el presente artículo, más que debatir sobre el tema intentaré presentar varios puntos de vista que nos permita llegar a conclusiones prácticas, quizá no sean reflexiones en sí mismo, expondré varias ideas que con la bendición de Dios nos ayuden a pensar diferente.

Primero debo destacar que el rol bíblico del varón está absolutamente definido y perfectamente explicado, creo que desde la perspectiva bíblica no hay nada que debatir o discutir, por lo tanto, el analizar el rol del varón en el entorno iglesia es más bien un tema de funcionalidad y por qué no decirlo de cultura tanto personal como religiosa. Bíblicamente hablando no existe una diferenciación entre hombre y mujer, Jesús en la práctica devuelve la dignidad a la mujer de muchas maneras, ciertamente hay que considerar que la cultura judía daba una mayor visibilidad a los hombres por sus funciones sociales, sin embargo, si acudimos al Evangelio nos encontramos a Jesús haciendo una misma pregunta a Pedro y a Marta de Betania. Pedro, ante la pregunta: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” Responde: “Tu eres el Mesías el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16, 13-20; Marcos 8, 27-30; Lucas 9, 20). En Juan 11, 26-27 hay un diálogo muy parecido, intenso y profundo, previo a la resurrección de Lázaro. Al terminar de hablar Jesús pregunta a Marta: “¿Crees esto?” A lo que Marta responde: “Sí Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que había de venir al mundo”. La pequeña diferencia es que a Pedro le señala que no sale de él la respuesta, sino que le ha sido revelada por el Padre, mientras que a Marta no le dice nada. Y la respuesta ha sido idéntica. No podemos decir que Pedro (y con él los varones) haya sido ni más sincero, ni más inspirado que Marta (y con ella las mujeres). Por lo tanto, los hombres no se pueden atribuir más méritos que las mujeres.

En la cultura latina y por la manera en que se han desarrollado las personas con relación a sus vivencias religiosas, la mujer ha sido la que predominantemente ha tenido presencia física en la iglesia, de hecho algo que es muy frecuente ver en nuestro entorno es que la mujeres suelen buscar ayuda antes que los varones y de esto también se desprende que la mujer al estar más visiblemente cerca del entorno eclesial evidentemente se vincula con mayor facilidad a las actividades y por lo tanto asume muchas veces un rol protagónico aunque no necesariamente muy visibilizado y eso se evidencia en que es más fácil tener reuniones de damas que de caballeros; por otro lado cuando el varón desarrolla una fe práctica y vive una relación solida con el  Señor se vuelve un líder de opinión y puede con facilidad influenciar para bien a quienes le rodean, debo resaltar que mi criterio lo estoy tratando de enfocar en el individuo (varón), y no en grupo objetivo como varones adultos, solteros o casados.

Hoy en día hay un debate claro que se desprende del hecho de que si las mujeres están de muchas maneras presentes en la iglesia, deberían ser ellas las que tomen un mayor protagonismo ocupando cada vez más posiciones de liderazgo  y por qué no decirlo de poder, y aunque ese no es el tema de este artículo y por lo tanto no emitiré criterios en esta dirección, debemos evitar que ciertas ideologías se inserten en la iglesia del Señor, Dios sabe a quien usa y a quien levanta para Su obra, he visto procesos de iglesia en los que se habla de equidad de género y de respetar derechos adquiridos, sobre cualquier cosa hay que cuidar la Palabra y sus principios con profundo celo sin que eso signifique volvernos legalistas y cerrados a lo que Dios haga en y con las personas, independientemente si son hombres o mujeres.

Retomado el tema que nos compete, creo profundamente que un varón asume el rol que le corresponde cuando centra su vida en Cristo y no antes, es necesario redefinir el rol del varón desde su identidad como hijo de Dios; solo hombres transformados por la misericordia de Cristo y viviendo un evangelio integral logran ubicarse en el lugar que Dios ha preparado para ellos y esto aplica a todas las áreas del ser humano, así que el debate real está en ¿qué hacemos como iglesia para formar y cuidar (discipular) varones que desarrollen un corazón conforme al corazón de Dios?. Creo que este realmente es el tema medular a considerar, ¿qué estamos haciendo para formar varones que amen a Dios y crezcan en su conocimiento? ¿Cómo nuestros procesos de discipulado cumplen las expectativas reales de nuestros miembros varones? ¿Qué intencionalidad tenemos como iglesia local para formar a nuestros miembros más allá de nuestras múltiples actividades? Todas estas preguntas y otras en la misma dirección deben ser formuladas con seriedad dentro de nuestros planes de cuidado a los varones.

Una de las constantes quejas en los círculos cristianos es la manera en que nuestras actividades absorben el tiempo y los recursos de los asistentes, hay personas que se involucran profundamente en las actividades de la iglesia local aun considerando que el involucramiento no necesariamente es señal de conversión real o de una vida transformada, muchas veces hay circunstancias que en un momento de nuestras vidas nos permiten entregar más tiempo a las actividades de iglesia, para chicos adolescentes o estudiantes en general, personas solteras, hay  ciertos momentos de su vida en que la iglesia y sus actividades pueden ser más fáciles de asumir, sin embargo, los tiempos y las prioridades cambian en la medida en que asumimos nuevas responsabilidades o que exploramos otras experiencias que nos pueden parecer más emocionantes aunque no necesariamente más edificantes. Creo que para analizar este tema debemos considerar varios puntos de vista:

  1. Muchas iglesias centran sus objetivos en la cantidad de eventos que realizan y la manera en que a través de ellos captan gente, muchas veces esto los lleva a medir su éxito ya sea por el involucramiento de la gente o por la cantidad de eventos que se realizan, sin considerar que esta estrategia a corto o mediano plazo cansa y desgasta, además que puede hacer que los involucrados en un momento se sientan utilizados por el sistema.
  2. Varios modelos consideran que mientras más involucremos a los asistentes, más fuerte será su compromiso con Dios, de hecho, llegamos a pensar que menor compromiso con las actividades o con los líderes implica una mala relación con Dios mismo.
  3. Nos centramos más en la calidad de los eventos que realizamos que las necesidades de nuestros miembros.
  4. Realizamos proyectos de captación de gente y no de cuidado pastoral y discipulado constante.
  5. No equilibramos los tiempos del pastor y su involucramiento en la iglesia con las actividades y prioridades de los miembros, no pocas veces abusamos del voluntariado.
  6. Muchas veces no medimos el impacto de nuestras acciones y en vez de juntar familias las dividimos. Exigimos que los jóvenes asistan a nuestras reuniones, pero no los animamos a ser parte de sus núcleos familiares, pedimos a nuestras mujeres compromiso con la iglesia aunque sabemos que eso puede significar descuidar su casa, pedimos a las personas priorizar actividades a veces a costa de sacrificar trabajo o responsabilidades elementales.

Solo para acotar lo mencionado, quiero reflexionar en el hecho de que solo un discipulado claro, bíblico, relacional y de largo plazo nos ayuda a asumir con claridad nuestros roles y funciones, debemos trabajar desde un evangelio que forme la ética, que provea herramientas prácticas de vida y no modelos que muchas veces pasan por alto el pecado o se vuelven tolerantes mientras las acciones de las personas no afecten la economía o la imagen de la iglesia local.

Debemos entender la vida de los hermanos y con ello entender sus tiempos y necesidades, si dedicamos más tiempo a formar personas conforme a la palabra, también debemos entregar herramientas que les permitan tomar decisiones basadas en sus convicciones, aunque eso pueda significar que se alejen de las actividades de la iglesia, sin que esto signifique dejar de congregarnos, los varones debemos de urgencia trabajar en:

  1. Volver a la palabra, a su estudio, a su análisis, debemos adquirir herramientas que nos ayuden a entender la palabra para vivirla en nuestro día a día, es imprescindible enseñar a los varones a amar la Biblia y desarrollar pasión por ella.
  2. Hay que enseñar a nuestros varones a desarrollar integridad, a vivir su fe desde sus hogares y extenderlo a sus lugares de estudio o de trabajo, hay que ayudarles a luchar contar el pecado en todas sus formas, pornografía y demás  adicciones, infidelidad, codicia y eso solo se logra con un discipulado que modele en todas sus formas a Cristo y solo a Él.
  3. Hay que enseñar a nuestros varones a depender de la oración y buscar intimidad con Dios, solo hombres que dependen de Dios logran superar las adversidades que el mundo propone.
  4. Hay que enseñar a los varones a ser sensibles y vulnerables para que sepan cómo llorar, cómo pedir un abrazo, cómo abrazar con santidad, cómo hablar con liberalidad y por sobre todo cómo ser ejemplo sin dejar de ser humanos.
  5. Hay que enseñar a los varones a que no somos autosuficientes y todopoderosos, necesitamos ayuda y apoyo. Cuando un hombre no pide ayuda inevitablemente miente y a veces se convence que mientras menos cuente, menos daño hace, esto pasa solo hasta que todo se derrumba.

Creo profundamente que el rol del hombre en la Iglesia empieza cuando el varón reconoce su necesidad de Dios, cuando las personas dependemos de Dios y cuando nuestra relación con Él se solidifica, el servir y asumir responsabilidades se vuelve una necesidad, la iglesia no necesita más hombres asumiendo su rol, “los hombres que aman a Dios, necesitan asumir su rol dentro de la iglesia como una parte vital de sus vidas”.

 

ESCRITO POR: David Rodríguez

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27 mayo, 2021

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