Todos los que terminamos el colegio tenemos recuerdos buenos y malos allí, por ejemplo, te acuerdas de la inspectora que bravísima te detenía en medio del patio para llevarte a inspección y bajarte el dobladillo de la falda pues excedía la altura máxima que era cuatro dedos bajo la rodilla? O que te bajaba puntos en disciplina porque ibas con el uniforme de educa en vez de ir con el de parada?
Así vamos enfrentando el día a día colegial y en tu mente vas forjando sueños de lo que harás cuando salgas de ahí; mi meta por mi parte era ser buena estudiante para ganarme una beca en Harvard o alguna de esas universidades prestigiosas para luego terminar trabajando mínimo en la NASA; bueno, lo de tener buenas notas me llevó a ser abanderada en quinto curso, una felicitación de parte de todos y pasé a la historia, nada de becas, nada de nada, ese día fue el único en que escuché mi nombre en el altavoz del cole y quedé en el olvido.
Fue ahí que me dije a mi misma: tú debes haber nacido para algo más y vino a mí una inspiración celestial de convertirme en comerciante clandestina, así que empecé desde abajo, era la típica chica del curso que vendía chicles y chupetes hasta que alguien más se puso pilas y me abrió la competencia; así que incursioné en la venta de sanduches, un día me aventuré y llevé 20 panes, jamones, rodajas de tomate, servilletas y empecé, vendí todo! Así que me animé y lo seguí haciendo, al principio iba en el recreo de curso en curso a ofrecer mi producto, pero con el tiempo gane clientes fijos que siempre me compraban, hasta llegue a llevar 80 sanduches diarios, fue una gran época, conocí de cerca a la gente, converse y reí mucho con ellos, me hice tan famosa por mi sazón que ni siquiera sabían que era la abanderada pero si la chica sanduche, en sexto curso ya ni llevaba cuadernos, mi mochila entera estaba llena de fundas amarillas con sanduches, que contrabandeaba en hora clase; hasta que un día la misma inspectora de quien les hablé me descubrió , me llevo al vicerrectorado, me requisó los cuatro sanduches que me quedaban de ese recreo y me dio una charla de cómo le estoy quitando el negocio a la señora del bar y que ella si paga arriendo!
Ahí terminaron mis días de sanduchera, pero entendí algo para toda mi vida, tu sueño no debe consistir en llegar a ser exitoso para ti mismo, estar por sobre todos o que tu nombre sea reconocido por tus habilidades, el verdadero éxito está en ser humilde, ayudar a otros, reír con los demás, brindarles tu amistad, tu tiempo o un buen sanduche, ningún logro se compara con la alegría de la cercanía con la gente y que ellos puedan conocer que eres un gran ser humano.
FUENTE: Cali Rivera