Soy la menor de tres hermanos, mi hermano es mayor que yo con 14 años y mi hermana con 12 años. Como podrán imaginar, de niña era un poco mimada y he de reconocer que mis papás estaban cansados al tener que lidiar con 2 adolescentes en casa, así que fueron más flexibles conmigo que con mis hermanos. De vez en cuando armaba uno que otro berrinche, el cual no duraba mucho porque mi mamá sabía cómo hacer que yo me comportara (para los que creen que gracias a la vara me tranquilizaba la verdad es que no, fueron contadas las veces que recibí una corrección de ese tipo).

Recuerdo que cuando tenía unos 5 o 6 años, quería empezar una rabieta, no recuerdo el motivo, pero lo que me dijo mi mamá aquella vez, ha marcado mi vida hasta el día de hoy.

Ella dijo: «Mi deseo y oración fue ser mejor que mis padres y poderles dar a mis hijos más de lo que mis papás me dieron a mí y hoy mi deseo y esperanza es que tú puedas darles más a tus hijos y que seas mejor que yo». Esa frase retumbó en mi cerebrito, y en mi corazón algo pasó, no entendía la magnitud de lo que mi mamá me estaba diciendo, pero sabía que lo que acababa de oír era el corazón de mi mamá hablando al mío, recuerdo que callé y me quedé pensativa.

Hace un par de años le comenté a mi mamá que recordaba aquello que me había dicho, ella se sorprendió mucho, pues nunca pensó que a estas alturas lo recordaría, le dije que aquella frase me había acompañado a lo largo de los años y si Dios en sus planes tiene que tenga una familia propia y me convierta en madre me esforzaría por ser mejor que ella, aunque quizás nunca lo logre, pues había dejado alto el estándar.

Esta frase ha estado presente en mi mente y en mi corazón y me ha animado a dar lo mejor de mí, cuando me desanimaba, recordaba cómo mi mamá con sus acciones validaba aquellas palabras que me había dicho alguna vez.

Este corto episodio en mi vida me ha dejado tres enseñanzas que quiero compartir con ustedes:

– No desestimen a sus hijos pensando que no los entienden, ellos incluso pueden ser más sensibles que ustedes.

– No olviden que las palabras que empleen y su comportamiento frente a ellos marcará el resto de sus vidas. Padres, que su comportamiento no contradiga sus palabras.

– Hablen al corazón de sus hijos sin miedo a la reacción de ellos, la sinceridad con que se expresen dejará huella.

Recuerden que muchas de las enseñanzas que perduran son aquellas que como hijos hemos visto que nuestros padres viven. Tengan coherencia, sean claros en sus llamadas de atención, siempre den razones, oren por sus hijos y aconséjenlos, llegará el día en el que solos decidirán. Así como mi mamá se dirigió a mí aquella vez y marcó el curso de mi vida a temprana edad, ustedes también pueden hacer lo mismo en el corazón de sus hijos posiblemente sin darse cuenta.