En este momento nos detenemos ante la figura de uno de los héroes de la fe más intrépidos quien fue muerto y devorado en territorio africano a inicios del siglo veinte. James Chalmers, nacido el 4 de agosto de 1841 en Escocia, fue el hijo de una pareja de creyentes que ofrendó su vida, el 8 de abril de 1901, mientras predicaba la Palabra de Dios en Nueva Guinea.
La fe cristiana, la determinación y la ternura hicieron de Chalmers un hombre sumamente preparado para la vida misionera a la que fue llamado por el Señor. En su niñez y adolescencia, James aprendió la esencia del Evangelio de la mano de su madre. Luego, en su juventud, escuchó la carta de un misionero que predicaba la Palabra en las Islas Fiji. Entonces, mientras oía con atención la historia en la escuela dominical, decidió que él también compartiría las buenas nuevas entre los caníbales con la ayuda de Dios.
Posteriormente, Charlmers fue presa del miedo y su confianza se debilitó. Sin embargo, en el mes de noviembre de 1859, asistió a una reunión especial celebrada por dos misioneros de Irlanda del Norte que reavivaría su fe. Y es que durante el culto James siguió con atención un poderoso mensaje, basado en Apocalipsis 22:17, que traspasó su corazón y lo motivó a reflexionar sobre la salvación y la esperanza. Acto seguido, le entregaría su existencia a Jesucristo y se convertiría en uno de sus seguidores más solícito.
El 8 de abril de 1901, durante una misión evangélica a la isla Goaribari, que era habitada por grupos de hombres salvajes sedientos de sangre, James Chalmers ofrendó su vida cuando se disponía a anunciar la Palabra de Dios. Asesinado y devorado con crueldad por los nativos que pretendía cristianizar, este héroe de la fe alcanzó con su muerte el grado más alto de sacrificio y se alzó como un baluarte del Evangelio. Los episodios de su admirable existencia en Oceanía quedaron plasmados en tres publicaciones autobiográficas que acreditan su gran valor y arrojo y hoy está aquí en la Galería de la Fe.