En la obra clásica de Homero, La Odisea, encontramos un relato muy interesante. En el texto se cuenta cómo Odiseo se embarca en una peligrosa travesía en su camino de vuelta a casa. Uno de los peligros más mortales, y que es parte de varias fábulas griegas, viene de las sirenas. Estos seres míticos, atraen a los marineros con sus cánticos y belleza; y los seducen a una muerte segura.

Odiseo entiende este peligro y pide a sus compañeros de viaje que lo aten al mástil del barco. En sus indicaciones deja claro que ignoren sus suplicas, aunque implore. Además, les pide que se tapen los oídos con cera para no poder escuchar los hermosos cánticos de las sirenas. El plan funciona y se dice que Odiseo fue el primero en no sucumbir a las sirenas.

En cambio, los Argonautas idean un plan distinto para resistir el peligro inminente. En este plan, el gran poeta y músico Orfo toca su lira de manera hermosa y con fuerza. La música invade los oídos de los marinos y ahoga los cánticos de las sirenas. En esa fábula el plan no requiere de cuerdas fuertes y oídos tapados, si no del uso de algo más bello que reemplace la tentación.

Muchas veces al hablar de las adicciones y al pensar en personas que están luchando con hábitos destructivos, existe una tentación de enfocarnos meramente en detener el comportamiento. Puesto en el contexto de las fábulas griegas ya mencionadas, podríamos decir que se lucha con las adicciones solamente con un enfoque de Odiseo y no de Orfo.

La Biblia, que no es una fábula, pero es nuestra autoridad máxima, nos da una mejor perspectiva al hablar de las adicciones y tentaciones. La Biblia muestra que el detener el comportamiento es primordial. Cristo mismo enseñó el principio de amputación radical. Este principio enseña que hay momentos donde es necesario arrancar ojos, y cortar miembros. Es mejor entrar al cielo de esa forma que ir con todo el cuerpo al infierno (Mateo 5:29-30).

Al buscar parar comportamientos adictivos o cuidarnos de las tentaciones es importante el cortar accesos y tomar medidas al estilo “atar al mástil del barco”. Esto puede incluir el poner filtros en una computadora, ir donde un médico si el comportamiento incluye factores físicos, ir a un lugar que bloquee acceso a las tentaciones, bloquear números de teléfono, reestructurar actividades, cortar relaciones, etc.

Al mismo tiempo, Jesús enseña que tan solo detener el comportamiento no es suficiente si no se llega a la raíz del problema. Bíblicamente, pese a que el detener comportamientos es una de las herramientas en contra de las tentaciones, La Biblia muestra que una perspectiva completa del problema busca no solo detener el comportamiento, si no además cautivar el corazón.

 

¿Qué es una adicción?

Para entender esto, tomemos como punto de partida la definición de adicción que encontramos en el diccionario de La Real Academia española.

1. Dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico.

2. Afición extrema a alguien o algo.

Es interesante que estas definiciones usan los términos dependencia y afición ya que estas palabras tienen una gran conexión a una cosmovisión bíblica.

En primer lugar, una perspectiva bíblica de la primera definición nos recuerda que la humanidad fue creada para vivir en dependencia de Dios (Génesis 1, Colosenses 1). Desde la caída la humanidad busca ser autónoma y en ese proceso reemplaza una dependencia del Dios creador, bueno, sabio y perfecto por una dependencia a uno mismo.

En segundo lugar, tenemos que definir la palabra afición. Afición denota una atracción, inclinación, interés, cariño, y afecto a algo. Bíblicamente esas palabras están conectadas a la adoración. Quizás te sorprenda el hablar de la adoración de esta forma. Cuando pensamos en adoración nos viene a la mente la parte del culto dominical donde se cantan las canciones que son estilo baladas para Jesús (las canciones suaves y tranquilas).

Sin embargo, el concepto bíblico de la adoración tiene menos que ver con tus labios y más que ver con tu corazón. Es mediante la adoración que nuestro corazón muestra qué es lo que valora y de lo que depende.

Es de esa dependencia y confianza en nuestro corazón que nuestros labios deberían cantar y hablar (Lucas 6:45). Cristo deja este punto claro al decir que es desde el corazón de donde sale nuestro comportamiento y vida (Marcos 7:14–23). Otro ejemplo claro es en Proverbios 4.23 que dice “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida.” Otros ejemplos incluyen Génesis 6:5, Mateo 22:34–40, 1 Samuel 16:7, Salmo 111:1 y Proverbios 23:7.

En resumen, es nuestro corazón quien decide en qué aficionarse. Es nuestro corazón donde atesoramos lo que apreciamos, deseamos, valoramos, nos motiva y en qué o quién buscamos refugio, paz, satisfacción, etc.

 

Adicción, corazón y adoración

Con este entendimiento de la humanidad, podemos concluir que una adicción es un problema de adoración y no meramente un comportamiento que se debe modificar. La idolatría es adoración desordenada.

Como en tiempos bíblicos, esta idolatría nos miente que podemos encontrar en algo o alguien lo que solo Dios nos puede proveer y promete. Estos ídolos nos exigen que hagamos sacrificios y nos prometen que, si seguimos volviendo a ellos, eventualmente encontraremos lo que buscamos. Al final pasa lo que dice en Jeremías 2.13, abandonamos a Dios, y buscamos agua viva en cisternas agrietadas que no retienen agua.

El Dr. Ed Welch lo explica claramente al decir:

“…La Escritura nos permite ampliar nuestra definición de idolatría, de modo que incluya cualquier cosa en la que ponemos nuestros afectos y nos complacemos como un apego excesivo y pecaminoso. Por lo tanto, los ídolos que podemos ver… ciertamente no son el problema entero. La idolatría incluye cualquier cosa que adoremos: el deseo pecaminoso de placer, respeto, amor, poder, control o ser libres del dolor. Es más, el problema no está fuera de nosotros, localizado en la licorería o en la Internet; el problema está en nuestro interior. El alcohol y las drogas son esencialmente elementos que satisfacen ídolos más profundos. El problema no es la sustancia idólatra: es la falsa adoración del corazón”. – Ed Welch, Addictions: A Banquet in the Grave (P&R, 2001), 49.

Ya que nuestro corazón fue creado para adorar, si no abordamos el corazón, podemos terminar en un problema común. ¿Cuántas veces escuchamos de personas que dejan una adicción para reemplazarla por otra? Además, ya que el problema está en el corazón y todos tenemos un corazón, tenemos que humildemente darnos cuenta que todos tenemos el potencial de ser adictos. Esto ocurre cuando permitimos que nuestro corazón ancle su satisfacción, esperanza, paz, refugio, en un substituto (en un algo o alguien) que no es Dios.

 

Entonces, ¿qué hacemos?

Primero, tenemos que recordar que el único que puede cambiar corazones es Dios. Es necesario, en primer lugar examinar nuestra condición espiritual. Dios promete que el verdadero creyente ha tenido un cambio fundamental en su interior y tiene un nuevo corazón. Este nuevo corazón puede tener momentos donde lucha con este mundo caído pero junto con el Espíritu Santo (quién mora en el creyente) van a plantear una batalla muy distinta con las tentaciones y adicciones que un no creyente.

Segundo, no nos enfoquemos nada más en cambiar comportamientos. Tenemos que hacer el trabajo de evaluar y discernir los deseos del corazón que llevan a comportamientos adictivos. Recordemos que Dios es bueno y que tenemos el bisturí perfecto para esta obra. Hebreos 4.12 dice “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.”

La experiencia humana es compleja y el corazón profundo y engañoso. Tengamos cuidado de generalizar que es lo que una persona busca en su adicción. Una persona con una adicción a apostar puede apostar con distintas motivaciones:

· Desea hacer dinero fácilmente.

· Desea sentir la emoción de tomar un riesgo.

· Desea estar en el ambiente donde se apuesta.

· Desea proyectar un estilo de vida distinto.

Como cristianos muchas veces nos encanta hacer planes que requieran nada más tener cuerdas fuertes que nos mantengan lejos de la tentación o planes que nos tapen nuestros sentidos para no tener que luchar con deseos desordenados.

Dios es amoroso y tiene un mejor plan. Dios quiere que nuestros corazones crezcan enfocándose en algo de suprema belleza que cautive el corazón. Recuerda que el punto no es el matar los deseos. ¡Dios nos creo con deseos! El punto es santificar esos deseos y moldearlos a que se alinean con el designio de Dios. Eso es para Su gloria y nuestro gozo.

 

ESCRITO POR: Juan Fernando Moncayo