¡En pocos días será mi cumpleaños! Cumplir años en diciembre, tan cerca de Navidad, siempre ha sido un desafío. La gente está metida en cenas, ensayos de programas navideños en las iglesias, eventos, etcétera, lo cual me ha causado más de una frustración, porque ¡cómo me encanta celebrar mi cumpleaños! Hay algo especial en tener un día de celebración que te recuerde que tu presencia en esta tierra no es solamente existencia o supervivencia.
El detalle con mi cumpleaños es que estoy en competencia con otro homenajeado más importante: Jesús, al cual también celebramos en diciembre. Sin embargo, en los últimos años ha empezado una ola de oposición contra la observancia de la Navidad, bajo muchos argumentos, algunos ciertos y otros, no tanto. Por eso ahora me gustaría compartir las razones por las cuales celebro Navidad y te invito a que te unas a la fiesta de cumpleaños más importante del año.
¿Por qué celebramos Navidad si la Biblia no nos manda a hacerlo?
Esa es realmente una buena pregunta. Tampoco vemos en la Escritura que debamos celebrar el Viernes Santo (muerte de Jesús) o el Domingo de Resurrección. De hecho, lo único que nos manda la Biblia a celebrar, como cristianos, es la Cena del Señor. Lo que sí vemos en la Biblia es que a Dios le encantan las celebraciones y las fiestas. En todo el Antiguo Testamento vemos cómo Dios insta continuamente a recordar Sus maravillas y lo que Él ha hecho por Su pueblo. Con este propósito, Dios mismo instituyó algunas en la ley de Moisés y en los evangelios vemos cómo Cristo era parte de esas festividades. Como cristianos gentiles que somos, no estamos sujetos a la ley mosaica, ya que esta se cumplió con la venida de Cristo. Por esa misma razón, aunque no sea una ordenanza de la Biblia, no es descabellado recordar y celebrar lo más grande que ha hecho Dios a favor de la humanidad: Él mismo hacerse hombre para redimir y salvar.
Me encanta lo que dice John Piper cuando expresa que el nacimiento, muerte y resurrección de Cristo son los eventos más importantes de la historia humana. El no conmemorarlos de algún modo sería absurdo. Entonces cuenta la historia de uno de sus vecinos que no celebraba los cumpleaños de su hijo, ya que supuestamente todos los días eran especiales para el niño. Pero si todos los días son especiales, eso significa que simplemente no hay días especiales. Hay fechas hermosas y valiosas, como los aniversarios, los cumpleaños y aun las muertes, dice Piper, que son dignas de ser conmemoradas. ¡Cuánto más el nacimiento y la muerte de Jesucristo!
¿Qué celebramos en Navidad?
La Navidad no se trata solamente de recordar el cumpleaños de alguien que nació hace más de 2000 años. Toda la celebración secular que vemos, con sus luces y regalos, tienen raíces en verdades teológicas profundas. El mundo estaba en tinieblas y la única esperanza tenía que venir desde afuera. Damos regalos como respuesta al acto sacrificial de Jesucristo al entregarse a sí mismo. Él dejó Su gloria y nació como uno de nosotros (Filipenses 2:6-11).
Jesús viene como la Luz porque los seres humanos somos ciegos espiritualmente y no tenemos la capacidad de encontrar el camino por nuestra cuenta. Dios se hizo hombre mortal y murió para reconciliar consigo mismo a la humanidad que se encontraba bajo la maldición del pecado desde Génesis 3. Esto era necesario ya que nuestro pecado no nos permitía ser perdonados de otra manera. Como Cristo se entregó por nosotros, ahora nos entregamos completamente a Él, ya no somos nuestros (1 Corintios 6:19). Ahora vivimos para Él (2 Corintios 5:15).
¡El asombro!
En su devocional navideño, Paul David Tripp declara cómo la familiaridad con estas verdades tan cruciales puede hacernos perder el asombro por lo que Dios ha hecho, hasta el punto en que le quitamos la importancia que se merece. Hasta cierto punto nos olvidamos qué tan oscura es la condición de nuestras almas sin la presencia de Cristo. Las Buenas Nuevas no son tan buenas si no hacemos consciencia de qué tan terribles son malas noticias. La humanidad no tenía la más mínima esperanza de salvación y vida eterna, hasta que Dios intervino en la historia. Emanuel, Dios con nosotros. Quédate un momento en silencio y repite estas palabras. Emanuel, Dios con nosotros. Dios aquí. Dios presente. Dios, no en su cielo, lejano o indiferente. Dios que se hizo hombre. Dios que murió por Sus criaturas. Dios que mora en el creyente. Emanuel, Dios con nosotros.
Sí, yo sé que es la diezmilésima vez que leerán Isaías 9 y Lucas 2 en el programa de Navidad de tu iglesia, pero pídele al Señor que esa Escritura resuene hasta lo más profundo de tu ser por la gran obra que ha hecho Dios a favor de los Suyos.
¿Y no es la Navidad una fiesta pagana disfrazada?
El imperio romano celebraba una fiesta llamada Saturnales, en honor a su dios Saturno, que inicia el 17 de diciembre. El fin de la fiesta se marca con el Sol Invictus, el 25 de diciembre. A pesar de que muchos argumentan que se instituyó la Navidad como un “reemplazo” de la fiesta pagana, hay mayores argumentos históricos de que esta fecha no se eligió con base en ninguna celebración romana. De hecho, no todas las ramas del cristianismo lo celebran en esa fecha. A fines del siglo II, parecía haber un considerable interés en ponerle fecha al nacimiento de Jesús. Clemente de Alejandría (150-215), uno de los padres de la iglesia, hizo varias propuestas, aunque ninguna fue el 25 de diciembre . La primera vez que vemos el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús es en el Calendario de Filócalo, en el año 354.
Alrededor del año 200, se formó la tradición de que Jesús murió en la fecha del aniversario en que fue concebido. Tertuliano de Cartago señaló que Jesús murió en el día 14 del mes de Nisán, que era el equivalente al 25 de marzo del calendario solar romano. En Oriente, sin embargo, utilizando su calendario griego local, marcaron el 6 de abril como la fecha de la muerte de Jesús. Entonces, si Jesús murió el día que fue concebido, nació 9 meses después y esa sería la verdadera razón por la que algunos celebramos la Navidad el 25 de diciembre mientras que otros lo hacen el 6 de enero.
¿Y el árbol de Navidad?
Se cree que Martín Lutero fue el primero en decorar los árboles de Navidad con luces. Dice la tradición que un día, mientras caminaba a su casa una noche de invierno, iba componiendo un sermón y se quedó en asombro al ver el brillo de las estrellas entre las ramas de los pinos. Lutero quiso, entonces, recrear esa imagen para su familia, por lo que llevó un árbol a la sala de su casa y adornó sus ramas con velitas encendidas.
¿Y qué de Papá Noel?
Nicolás de Bari nació a fines del siglo III en Grecia. Tenía la reputación de ser un fiero y tenaz defensor de la doctrina de la iglesia durante la Gran Persecución a inicios del siglo IV, cuando por orden de los emperadores Diocleciano y Máximo, se quemaban Biblias y se obligaba a los creyentes a renunciar al cristianismo o, si no, tendrían que ser ejecutados. Nicolás se rebeló contra estos edictos y pasó años en prisión hasta que Constantino terminó con la persecución en el año 313.
La tradición ubica a Nicolás en el Concilio de Nicea (325), donde fue un opositor acérrimo de la herejía de los arrianos. De hecho, se dice que él propinó una bofetada al mismísimo Arrio por sugerir que Cristo no era Dios mismo, sino que solo era similar en su esencia. ¿Qué tal si incluimos la historia de Nicolás en nuestras tradiciones navideñas?
Nicolás nació en una familia adinerada y entregó sus bienes a otros (hay muchas leyendas y tradiciones al respecto) y, en su honor, durante la Edad Media, los niños recibían regalos en honor de San Nicolás. Para apartarse de la veneración católica de los santos, Martín Lutero cambió la fecha de la entrega de regalos en su hogar para que fuera el 24 de diciembre, la víspera de la Navidad. Les dijo a sus hijos que Cristo era el que les traía los regalos.
¿Y qué de aquellos que no tienen una Navidad tan feliz?
Es verdad que muchos llegamos a diciembre (especialmente este año) con el corazón cargado por el dolor. Muchos hemos perdido seres queridos, trabajos, ingresos, o simplemente luchamos con los desafíos que la pandemia nos ha traído. Este dolor nos da la ventaja de despojar a la Navidad de todos sus excesos (regalos, cena, reuniones) para enfocarnos en su verdadero significado. En última instancia, la Navidad significa esperanza. La Navidad significa que Dios trae esplendor desde las cenizas del sufrimiento.
En conclusión…
Realmente vale la pena celebrar la Navidad y recordar lo que Dios ha hecho a favor de la humanidad. No dejemos que la esperanza de Cristo se nos pase de largo entre luces, cenas y programas. No perdamos la oportunidad de conmemorar el mayor regalo del Señor solo porque no sabemos la fecha exacta en que nació Jesús. Santifiquemos esta fiesta, aprovechémosla al máximo, porque Cristo es digno de ser celebrado. Si me emociona tanto celebrar mi cumpleaños este diciembre, ¿cómo no voy a estar más emocionada por celebrar el nacimiento de Emanuel?
*Para escribir este artículo se utilizaron varias fuentes de referencia.*
ESCRITO POR: María del Carmen Atiaga