El pastor Rick Warren dice que la preocupación es algo que uno ha aprendido a tener. No hay tal cosa de que uno sea un «preocupador”, o preocupado nato. Al contrario, la preocupación es una respuesta aprendida durante la vida.
Después de años de equivocaciones, fracasos y expectativas incumplidas has descubierto que las cosas no siempre resultan ser como te gustaría que fueran. A partir de esas experiencias, tú te formaste el hábito de preocuparte.
La buena noticia es que si la preocupación es una respuesta aprendida hacia los problemas de la vida, ¡también es algo que puede ser “des-aprendido!” La preocupación nunca ha cambiado nada, por tanto, es inútil preocuparnos. La preocupación no puede cambiar el pasado. La preocupación no puede controlar el futuro. Preocuparse sólo hace que te sientas miserable, concluye el pastor Warren.
La preocupación nunca ha resuelto ningún problema, nunca ha pagado una cuenta, nunca ha curado ninguna enfermedad. Lo único que hace es paralizarte de tal manera que no puedes hallar una solución. La preocupación es como correr un automóvil en neutro, te mueve, pero no te lleva a ninguna parte. «La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable lo alegra”, dijo el sabio Salomón. (Proverbios 12:25)
La preocupación frecuentemente exagera el problema. Juega con tu imaginación. ¿Has notado que siempre que te preocupas por un problema, éste parece crecer y ser más difícil de resolver? Cuando tú repites el problema una y otra vez, en tu mente, tiendes a agregarle más detalles –sobredimensionándolo- y entonces te sientes aún peor.
¿Cuál es la solución? En vez de preocuparte, habla con Dios sobre qué es lo que te preocupa. Él es alguien –quizá el único- que puede hacer algo. «No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.» (Filipenses 4:6-7)