Hay dos tipos de personas en el mundo. Unas se caracterizan por ser visionarias y fijarse grandes metas y otras, (como yo), trabajan lentamente para alcanzar objetivos. Tendemos a celebrar los grandes logros de los visionarios mientras, bueno…continuamos lentamente, pero con empeño.
Es peligroso definir nuestra fe según estos dos modelos de hacer las cosas. Podemos distraernos fácilmente del propósito de seguir a Jesús, porque nos enfocamos exclusivamente en el proceso de seguirlo. Pablo lo expresó de esta manera: «prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Fil 3:14 LBA).
Los que fijan metas se enfocan en el “qué”, los que le ponen empeño se enfocan en el “hacia”. Pablo tenía una clara comprensión y orientación de la meta a alcanzar: representar y servir fielmente a Jesucristo.
No existe una fórmula o estilo para seguir a Jesús. Se define por nuestro compromiso con la fidelidad, mientras le seguimos y crecemos en El.
Jesús nos advirtió que seguirle sería un desafío, a veces desalentador, y que, en el camino, muchas personas renunciarían. Pero los que permanecen fieles madurarán en su carácter y su recompensa será la satisfacción y el gozo de mantener una relación íntima con el Dios Creador.
En definitiva, el seguir a Jesús, debe tener como único propósito: «conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como él en su muerte» (Fil 3:10 LBA) Así que la técnica o métodos - es secundario. Lo importante es ¡Seguirlo!