Ecuador, ha sido llamado mega diverso y pluricultural, y no me cabe duda. Cuando llegué hace algunos años pude percibir un cierto tipo de negación de las raíces ancestrales y el concepto, casi generalizado de que lo extranjero es mejor.
Urgido de una camisa nueva, fui al centro de la ciudad y me encontré con un cuadro que refleja esa primera impresión: la señorita me atendió con cierta desconfianza, no sé si por mi acento o por mi facha, lo cierto es que al preguntar por el valor de una camisa, ella me contestó sin vacilar: “cuesta 15 dólares la nacional y 45 la colombiana” ¿cuál creen que compré finalmente…?
Ventajosamente se ha ido desarrollando un sano nacionalismo o mejor diría, de amor por las cosas paridas en Ecuador. Hoy poco a poco cobra valor para el ecuatoriano lo nacional, acuñando en el lenguaje cotidiano un par de frases que nacieron años atrás en mi país (Colombia) para exacerbar el nacionalismo: “Sí se puede” y “hecho en…”.
La construcción del Ecuador antes que en lo económico y político, debería ser en el amor propio, ya que un pueblo que no se reconoce y no se valora, es presa fácil de influencias foráneas. Lo que impide la construcción de la identidad como país y como persona es la negación de lo nacional. Debemos agradecer al creador del universo las grandes cosas que ha puesto en esta tierra fértil de la mitad del mundo para grandes cosas, y decir con satisfacción hecho en Ecuador.
Hay un bello pasaje en el libro de Papá Dios por allá en Job 31:32 que es definitivo: El forastero no pasa la noche afuera, porque al viajero he abierto mis puertas. Gracias Ecuador.